miércoles, 19 de noviembre de 2014

Los orígenes de Rubén Bonifaz Nuño


oCon motivo del nacimiento de Rubén Bonifaz Nuño, el 12 de nviembre, de 1923, en Córdoba, Ver., y falleció en 2013; recuerdo que se recibió de abogado y estudió letras en la UNAM. Dominó la construcción del  verso y pudo dar a las formas tradicionales nuevos contornos melódicos. Su lenguaje es claro, elegante, justo. La inquietud, en su poesía, aparece apenas y se filtra sin llegar a opacar la luminosidad de sus imágenes. En su generación fue uno de los poetas más firmes. Sus primeros libros: La muerte de ángel (1945), Ofrecimiento romántico (1951), Poética (1951), Imágenes (1953).
            Fue director general de publicaciones, coordinador general de Humanidades y director del Instituto de Investigaciones Filológicas, tuvo a su cargo las colecciones universitarias: Bibliotheca Scriptorum, Graecorum et Romanorum mexicana y Nuestros clásicos. Traductor de Virgilio, Catulo, Propercio, Ovidio y Lucrecio. En 1974 recibió el Premio Nacional de Letras. Carlos Monsiváis subrayó que: “El impecable técnico que es  Bonifaz “ha afinado -dicen  los antólogos de Poesía en movimiento- la versificación hasta crearse sus propias modalidades estróficas y una  sintaxis peculiar que debe tanto a la poesía escrita como al lenguaje coloquial”. Esto evidente en Fuego de pobres y El ala del Tigre, no lo es tanto en Los demonios y los días y El manto y la corona, que contienen algunos de los mejores y mas directos poemas de amor de nuestra poesía, reflexiones bajo la forma de inacabable diálogo con la Amiga, o recapitulaciones desde las sensaciones democráticas de la soledad o el fracaso. De esta práctica alternativa o simultánea de retórica y de  sencillez Bonifaz pasa a una poesía cada vez más compleja y simbólica”.
La nota de presentación sobre Rubén Bonifaz Nuño que abrió el “Aguinaldo Poético”, en 1956, se reconoció que: “Ya lo ha demostrado en brillantes trabajos, el eminente Dr. D. Ángel María Garibay K.: la poesía en nosotros, en los que de alguna manera física, y dentro de una corriente espiritual oculta, pero sensible, descendemos de aquellos héroes ignorados, de aquellos indios creadores de una cultura que no tan sólo asombra a México sino al espectador del mundo, es parte diáfana, hilos de una fuente que no acaba de fluir en las almas. "Cuatro siglos, ya largos, que de ellos nos separan, no han hecho que el eco se apague, ni que el reflejo muera", afirma el Dr. Garibay. Una perpetúa lágrima o una sonrisa permanente. Un fluir del alma común a través de la palabra que, sin duda, nos distingue de muchos otros pueblos menos sensibles al canto y al color.
Pero la poesía, o mejor, el poema, no cumple su destino íntegramente sino hasta cuando su mensaje alcanza a ese otro yo del poeta, que es el oyente -a posteriori convertido en lector-, y con quien entabla un diálogo, el verdadero diálogo, cuando llega a comunicar entre sí lo más elevado del hombre: su espíritu.
Y eso es lo que se propone nuestro programa: entregar al público que tiene predilección por este género literario, la voz viva de sus poetas, y a los poetas, el armonioso silencio de un auditorio atento con quien iniciar o proseguir directamente un singular diálogo acaso ya iniciado, gracias a algún libro, o a determinado poema. Ocasión, en fin, a que el poema cumpla su destino, el de servir de puente, de hilo conductor entre el que crea y el que recrea su mágica presencia. Es de esperar que este propósito sea recibido con interés, como lo merece todo esfuerzo de promover, impulsar y difundir los valores de México o en México.  No es atrevido pensar que con ello, lograríamos, en parle, una de las metas imperiosas que persigue la patria: conocernos mejor para mejor amarnos.
Al presentar al poeta Rubén Bonifaz Ñuño, es innecesario repetir que su juventud no ha sido obstáculo para situarlo como uno de los poetas más firmes de las nuevas generaciones. El dominio de las formas y la elegancia de su pensamiento poético, lo distinguen en esta hora en que muchas voces no encuentran su verdadero espacio”.
Vale la pena la nota extensa del Instituto Nacional de Bellas Artes, de su Departamento de Literatura cuando organizaba los Viernes Poéticos, a cargo de Fernando Sánchez Mayans, bajo la dirección de Andrés Henestrosa. Por lo cual, se seleccionó su poema   “De los demonios y los días”: “Siempre, ha sido mérito del poeta / comprender las cosas; sacar las cosas, / como por milagro, de la impura / corriente en que pasan confundidas, / y  hacerlas  insignes, irrebatibles / frente a la ceguera de los que miran. / Por ejemplo: todos nos sentimos mordidos / por algo, desgastados / por innumerables bocas sin  fondo; / algo sin sentido que nos deshace. / Preguntamos.  Nadie responde. / Pero hay alguien: saca la cara negra / sobre la corriente de su río / de renglones cortos, / respira y nos dice: “¿Qué es nuestra vida / más que un breve día?",  y entonces, / tocados de golpe, comprendemos: / sabemos que somos heno, verduras / de las eras, agua para la muerte. / Y no sólo el tiempo: los poetas / nos han enseñado la amargura, / el placer, el gozo de estar libres, / y el viento y las noches y la esperanza. / ¿Qué hago, qué digo, qué estoy haciendo? Es preciso hablar, es necesario / decir lo que sé, desvergonzarme y abrir mis papeles chamuscados / en medio de tantas fiestas y gritos. /  Y prestar mis ojos, imponerlos / detrás de las máscaras alegres / para que permitan y compadezcan, / y miren y quieran, y descubran / que estamos desnudos, que no tenemos.”
            Mario Calderón definió el significado del nombre de Rubén Bonifaz Nuño: “bienhechor al hijo”. En la antología El oro ensortijado, que apareció en 2009 se le destacó como: “Autor de una vasta obra poética, en él se reúnen el peso colosal de la tradición occidental y el luminoso pasado de nuestra historia americana anterior a la conquista. Traductor de los grandes poetas latinos y griegos, ha dado a la lengua española versiones rítmicas de Virgilio, Ovidio y Catulo; de Arquíloco, Estesícoro y aun del propio Homero. Su poesía se debate entre la delicada formación clásica y el despechado rencor de la música popular mexicana. El Fondo de Cultura Económica ha reunido en dos grandes volúmenes De otro modo lo mismo y Versos, su poesía completa. El tema de su obra es el amor perdido. Al igual que Garcilaso de la Vega, es un caballero dispuesto a morir en la batalla, pero sin defensa posible ante el rigor de la Amada. Su escritura está construida a partir de un modelo estrófico personal, así como de un ritmo basado en la acentuación puntual de la quinta sílaba”.
            La revista “Momento”, Número 51 octubre de 1949, de Xalapa, incluyó la colaboración de Rubén Bonifaz Nuño, quien en su juventud ganó el primer premio en un certamen literario con su “Canto a la Revolución Mexicana”, en cuyas  líneas ofreció la estructura de un corrido inspirado en Ramón López Velarde. Entre aquellos versos destacan todavía hasta nuestros días: “La sangre de muchos hombres / entonces guardó la tierra; / los hijos de muchas madres / en su seno los encierra. / Los mexicanos cayeron / incendiados por su fe, / y como el tiempo ha pasado / ya sabemos por que fue. / Fue por la paz y el trabajo, / por la ley y la verdad, / por el sufragio efectivo, / la tierra y la libertad”.

            En la visita de Rubén Bonifaz Nuño a la Universidad Veracruzana, en 1968, bromeó sobre sus imaginarios orígenes relacionados con Jaime Nunó, quien le puso música al poema romántico  de Francisco González Bocanegra, autor del himno nacional que se estrenó en 15 de septiembre de 1854, y que fue premiado por Carpio, Pesado y José Bernardo Couto. Porfirio Díaz suprimió las alabanzas a Iturbide y al “guerrero inmortal de Zempoala”: Santa Anna.  A Rubén Bonifaz Nuño le sirvió de inspiración para escribir su   “Canto a la Revolución Mexicana”. 

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