viernes, 1 de agosto de 2014

En memoria de Gerardo Cornejo


 
Por Raúl Hernández Viveros

 

El 28 de Julio falleció Gerardo Cornejo Murrieta (1937-2014). Uno de los mejores escritores del norte de México, en donde fundó El Colegio de Sonora, institución de la cual fue rector. En 2009 se publicaron dos tomos de su obra reunida “Como temiendo el olvido”, con prólogo de Vicente Francisco Torres. En 2011 apareció la traducción de su novela “La sierra e il vento”, que viajó a presentar en diferentes ciudades italianas. Colaboró en las páginas de la revista Cultura de VeracruZ, y está incluido en la antología “Narradores de México y Veracruz”, que próximamente dará a conocer el Instituto Veracruzano de Cultura.

            Impartió conferencias en la capital veracruzana, particularmente en el Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, también en el Colegio Preparatorio de Xalapa disertó sobre el lanzamiento en Italia de su libro “La sierra y el viento”, que tuvo siete ediciones en Conaculta. Su muerte me deja inmerso en un mar de tristeza por tratarse de un cercano amigo y colega de las letras nacionales.

            Durante varias ocasiones conversamos sobre nuestros proyectos literarios y todavía tuvo oportunidad de leer mi libro “El carnaval de Venecia”, y escribió un prólogo de mis trabajos narrativos. Con estas breves líneas lo recuerdo siempre atento al compromiso de la creación literaria. Por lo cual, adjunto uno de los últimos textos narrativos que me envió hace un año, y para recordar a Gerardo Cornejo lo ofrecemos en esta ocasión.

 

LA FECUNDIDAD DEL INSOMNIO

Por Gerardo Cornejo

 

-¿Cómo? –Me pregunto- ¿Cómo es posible que siendo un insomne inmedicable, sea, al mismo tiempo, un “soñante” irrefrenable? ¡Sí, si que parece un contrasentido porque!….

porque sucede que siempre que duermo, sueño. No recuerdo haber dormido nunca sin soñar. Sueño durante el “hypnón” profundo de la alta noche; durante el “somnus” soporífero de la siesta; durante el “somnium” ligero de la cabeceada involuntaria e inoportuna. Pero……

pero mi sueño sabe muy bien que al otro lado, tiene siempre una vigilia agazapada, vigilante, gemela y espejada: EL INSOMNIO. Y los dos parecen habitarme como hermanos que no pueden eludirse mutuamente. Por eso, ahora que me ha dado por escribir sobre uno de ellos (el sueño) no tengo mas remedio que atender al otro (el insomnio).Y, claro, al contrario de los sueños, este no es considerado como un don, sino como una dolencia; no como una evocación inefable sino como un padecimiento medicable, como un temible adversario del descanso, como una vigilia indeseada y consumiente porque….. porque como dice Ciorán: “el insomnio me seca las venas y me quita la poca substancia que me queda en los huesos. Horas y horas dando vueltas en la cama sin esperanza alguna de perder por fin el conocimiento, de desvanecerme en el sueño. Es un auténtico saqueo del cuerpo y del espíritu”.

Y   los   que   lo   padecemos   de   manera   crónica,   no   podemos   mas   que   estar de acuerdo con él porque….

porque el insomnio es además de todo eso, traicionero y alevoso ya que ataca precisamente cuando: Cuando uno tiene que emprender un viaje albéro al día siguiente, Cuando uno tiene que levantarse temprano para acudir a un compromiso ineludible,

 

                                                           Cuando….. cuando más se necesita de descanso y energía. Es decir, cuando más puede fastidiarte la noche y podrirte el siguiente día. Pero….

pero últimamente he aprendido (tenido que aprender) a aceptarlo como algo impredecible, algo inmune a los viejos remedios tradicionales y he terminado por no nutrirlo con mi oponencia, por no permitirle que me exaspere, por no dejarlo que me enerve y por seguirle la corriente, amigarme con él y aprovecharlo para mis fines. Y,….. y lo he aceptado como una maldición que puede ser fecunda. Porque resulta que ahora, cuando lo siento llegar (y miren que lo conozco) ya no me quedo en la cama a revolverme hasta la desesperación, sino que me levanto, me instalo frente a un libro deliberadamente aburrido (y en este caso Proust y Joyce son muy efectivos) me armo de papel y pluma, abro mi volumen de practica de lengua griega demótica, me apresto a la meditación y….. y me sirvo una taza de leche tibia con un piquete de ron añejo. Y, ¡¡ándale cabrón, en lugar de que me jodas la noche, te voy a prender por el cogote y te voy a obligar a parir cosas inútiles y bellas!!. Así que…..

que es de esta manera como he podido hacerlo trabajar para mi beneficio y forzarlo a producir textos desvelados, a disfrutar lecturas trasnochadas, a palabrear en griego katharévusa con el hijo de Sofronisco y a divagar, divagar libremente por los territorios siderales hasta: HASTA QUEDARNOS, AMBOS, DORMIDOS.

 

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