miércoles, 23 de abril de 2014

Emmanuel Carballo en la Universidad Veracruzana





 Durante estos días, mi oficio de escritor rinde luto a sus maestros, amigos y colegas. Tal vez lo mejor sería el silencio, pero cuando se tuvo la oportunidad de sentir los consejos interesantes de un mentor, el alumno desde su adolescencia debe saber escuchar y atender cualquier tipo de recomendaciones. Todavía es, totalmente fundamental, si logran señalarle a uno los errores antes de que otros lo reconozcan y aumenten, de acuerdo a su interés de impresionar o inquietar al atento discípulo.
Por lo que siento, la necesidad de continuar con los obituarios sobre los que parten antes que nosotros hacia la eternidad, que es la nada. En este caso, se trata de dejar algunas condolencias por la muerte de Emmanuel Carballo. Aunque resulte preocupante la exactitud con que brotan las alabanzas espontáneas, como se escucharon con las declaraciones oficialistas de políticos ineptos que no son capaces de leer siquiera un pequeño texto literario, y que nunca  expresaron el reconocimiento en vida del ahora ausente. Sin embargo, el atrevimiento mío tiene relación contundente con aquella época de la juventud; durante la cual se tuvo la fortuna de invitarlo a ofrecer conferencias en la Faculta de Letras de la Universidad Veracruzana. Representaron experiencias vitales en la construcción de mi carrera hacia la literatura. La primera vez que contacté con Emmanuel Carballo fue luego de una inolvidable disertación académica; tuvo lugar en una velada literaria en casa de Lorenzo Arduengo Pineda, situada en una calle colonial de  la capital veracruzana. Entonces Emmanuel Carballo colaboraba con su Diario Público, en el suplemento cultural Diorama del periódico  Excélsior.
            A su regreso al Distrito Federal, escribió varias cuartillas sobre dicha reunión; en donde participaron, entre tantos personajes, mis amigos Mario Muñoz y Jaime Turrent. El articulo lleno de emoción; describía a una Xalapa de profundo ambiente intelectual, comparada a  los mejores encuentros literarios de París, Nueva York o Roma. De un nivel prodigioso tan superior a la medianía de las reuniones que llevaban a cabo los grupos de las mafias intelectuales de aquella época, en la capital azteca. Una la encabezaba Octavio Paz, y la que tenía mayor difusión fue la de Carlos Fuentes. En la primera terminaban los participantes entonando el coro de: “Allá en las fuentes, había un chorrito se hacía chiquito y luego grandote”. En la segunda cantaban el estribillo de: “¿A dónde vas Octavio Paz, con el surrealismo colgado atrás?”
            Por supuesto, algunas buenas consciencias provincianas pegaron el grito en el cielo y echaron las campanas al vuelo, al enterarse de la existencia de un movimiento literario que significaba la continuación de otros anteriores, como lo fue el Movimiento Estridentista, o bien la presencia interesante  del grupo de la Espiga Amotinada. También  algunos moralistas fueron sorprendidos con la lectura de la novela La comparsa de Sergio Galindo, en donde se describían los días del último carnaval en Xalapa. Por lo que los comentarios publicados por Emmanuel Carballo funcionaron bajo las duras voces tradicionales que lanzaron acusaciones contra el libertinaje de la vida intelectual provinciana.
            Todo esto fue la primera relación para mí con Emmanuel Carballo. Al poco tiempo, lo visité en su casa próxima a las instalaciones de la UNAM. Me regaló una colección de las obras publicadas por  la Editorial Diógenes; posteriormente lanzó una convocatoria para promover un premio de novela. En aquellos años fue a Cuba y logró obtener inéditos de novelistas. Por ejemplo, publicó la primera edición, en 1969, de El mundo alucinante, de Reinaldo Arenas; manuscrito que pudo esconder en su maleta cuando volvió a México. Esta novela marcó el descubrimiento y lanzamiento de     este enorme autor cubano que narraba en su obra las peripecias y andanzas de Fray Servando Teresa de Mier, el sacerdote que cometió la herejía de rechazar y cuestionar el mito de la aparición de la Virgen de Guadalupe.
            Fue  reconocida  la notoria vinculación de Emmanuel Carballo con la divulgación en México, de la novela Paradiso, de José Lezama Lima; la revisión correspondió a Julio Cortázar acompañado de la asesoría de Carlos Monsiváis. Se debe recordar al promotor literario porque, Emmanuel Carballo colaboró en el proyecto de Empresas Editoriales, en donde se publicaron sus extraordinarias investigaciones sobre autores y entrevistas con los protagonistas de las letras mexicanas.
            Resulta trascendental la lectura de los pequeños libros que forman parte de la colección Nuevos Escritores Mexicanos del Siglo XX presentados por sí mismos. Cada prólogo forma parte de un estudio mayor sobre los entonces escritores que ahora son reconocidos a nivel internacional, como es el caso de Sergio Pitol. Hasta nuestros días son consultadas las investigaciones literarias de Emmanuel Carballo. Además son demasiado imprescindibles sus investigaciones sobre el cuento y la poesía en México.
En 1996 corrigió y aumentó el valioso libro de sus encuentros vitales con los Protagonistas de la literatura mexicana. Hace algunos años, lo encontré en el centro de Xalapa; llevaba un ejemplar reciente de la obra mencionada y en plena luz del día me reconoció. Le di un fuerte abrazo y al despedirme me obsequió un ejemplar de sus formidables entrevistas con José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, entre otros fuertes pilares de la literatura mexicana. Desde estas líneas va mi profunda solidaridad con Beatriz Espejo,  una de las más valiosas escritoras de Veracruz y México. Con su puño y letra agregó a la dedicatoria impresa: “y para Raúl Hernández Viveros, a quien conozco y admiro desde sus años de aprendizaje”. Emmanuel.
            En la Revista de la Universidad de México, Emmanuel Carballo dio a conocer sus textos de despedida. Incluyó un fragmento de su diario “De políticas y letras”, en el número 83, enero 2011. Escribió que: “A lo largo de mi vida como crítico me las he visto negras. (Este color me ha traído más satisfacciones que desagrados. Amo quizás el infortunio). Un ejemplo, cuando me separe de la Mafia quedé solo”, y perdió la amistad de Fuentes y Paz.     
            En la década de los 70’s del siglo pasado cuando trabajaba yo en Difusión Cultural de la Universidad Veracruzana, promoví el ciclo de presentaciones “Aproximación a la poesía mexicana”. Participaron con sus lecturas y conferencias los principales poetas de aquellos años; se distinguieron Carlos Pellicer, Rubén Bonifaz Nuño, Juan Bañuelos, Marco Antonio Campos, y José Emilio Pacheco entre otros asistentes.
            Desde luego, entonces invité a Octavio Paz. Fui hasta sus oficinas cuando era director de la Revista Plural, en las instalaciones del periódico Excelsior. Me recibió bastante entusiasmado con la invitación de viajar hasta la capital veracruzana. Sin embargo, al preguntarme a quiénes había solicitado su intervención, cuando entre otros poetas mencioné el nombre de Emmanuel Carballo, me contestó en forma contundente que él no iría a participar en un evento literario en el que estaría un pillo que lo había desprestigiado por toda América Latina, y principalmente en Argentina.
             De esta manera, me despedí con la recomendación de organizar  un acontecimiento en donde nada más estuviera Octavio Paz. Más tarde, le comenté a  Emmanuel Carballo y no lo podía creer, y pasamos varias horas conversando sobre la historia de la literatura en México. Después pasaron los años y nunca volvimos a mencionar esta anécdota que se perdió en la oscuridad lejana del pasado.  

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