Por Raúl Hernández Viveros
Después del genocidio de veinte millones de aborígenes,
en el siglo XVI, nada más sobrevivieron tres millones de indígenas en
Mesoamérica. El exterminio de la población nativa estuvo acompañado por la
guerra bacteriológica en el Nuevo Mundo.
Lo cual representó el despojo y expropiación de las tierras. Hasta
nuestros días prosigue la discriminación, el abandono y el desprecio por los
pueblos indígenas de América Latina.
En su Historia de la infamia, Jorge Luis Borges rescató la información de
que: “En 1517 el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que
se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y
propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los
laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas”. Se debe mencionar que
entonces los reyes de España y la Iglesia Católica controlaron a los
encomenderos en el Nuevo Mundo.
Desde 1501 Nicolás de Ovando,
gobernador y administrador colonial de La Española, desde 1502 hasta 1509.
Fundador de los pueblos de Puerto Real, Cares, Santa Cruz de Aycayagua, Gotuy,
Joragua y Puerto Plata, quien trasladó y reconstruyó la ciudad de Santo
Domingo. También permitió la compra de
esclavos negros, nacidos en cautiverio o de dueños católicos, en 1501. A los
dos años siguientes pidió que ya no llegaran más negros porque eran capaces de
buscar su liberación.
Sin embargo en 1516, debido a la
fuerza física de los negros se reanudó su traslado al Nuevo Mundo. Alonso de Zuazo en una carta al rey
Carlos V, de fecha enero 1518, señaló que: “ay negros que hazen en un día
ciento a cuarenta montones y el yndio mas manicato que quiere decir esforcado
o hombre de muchas fuercas no hazen al
dia de doze montones arriba”. Bartolomé de las Casas solicitó el envío de:
“veinte negros y otros esclavos a las minas”, y que llegaran acompañadas con
sus correspondientes parejas.
A partir de 1513 se exigió
un tributo por los negros que entraban en el Nuevo Mundo, lo cual dio
inicio al comercio de esclavos africanos. En 1518 se autorizó la exportación de
cuatro mil negros. Con esto comenzó el monopolio de las Piezas de Indias,
principalmente a cargo de los países europeos que tenían colonias en África. Bartolomé de las Casas estuvo de acuerdo en
este tipo de mercado de esclavos para proteger el exterminio de los indios de
México.
La preocupación de Bartolomé de
las Casas frente al exterminio de los grupos indígenas llegó a plantear la alternativa de la
esclavitud negra en el Nuevo Mundo. Todo esto con el pretexto de repoblarlos los
territorios conquistados. Como exactamente lo definió: “Podrá Su Majestad dar
por algunos años algunas personas señaladas y hacer merced a uno de cincuenta
mil maravedís; a otro, de ciento; a otros, de más, y, a otros, de menos, para
que ayuden a la tierra a poblar hasta que en ella se arraiguen”. De esta manera
brotó el color negro de México.
Entre algunas normas de las
Leyes de las indias sobre los aborígenes se dispuso que: “los indios, e indias
tengan como deben entera libertad para casarse con quien quisieren, así con las
indias, como con naturales de estos nuestros Reynos o Españoles, nacidos en las
Indias.” También se les concedió permiso para “que puedan criar todas y
cualesquier especies de ganados mayores y menores, como los pueden hacer los
españoles sin ninguna diferencia”.
Por otra parte, Paulo III, quien
defendió la racionalidad de los indios, y reprobó en 1537 que se comerciara con
los negros. Fray Toribio de Benavente aclaró a Fray Bartolomé de las Casas que:
Todo lo que acá tienen los españoles, todo es mal ganado, aunque lo haya habido
por granjerías: y acá hay muchos labradores y oficiales y otros muchos
labradores y oficiales y otros muchos, que por su industria y sudor tienen de
comer… a los conquistadores y encomenderos y a los mercaderes los llama muchas
veces, tiranos, robadores,
violentadores, raptores, predones”. Paulo III determinó que: “los dichos
indios y todas las demás gentes que de aquí adelante vinieren a noticia de los
cristianos, aunque más estén fuera de la fe de Jesucristo, que en ninguna
manera han de ser privados de su libertad y del dominio de sus bienes.”
De todas maneras la esclavitud
prosiguió, y aparecieron las primeras conjuraciones de los negros. Francisco
Xavier Alegre hizo la crónica de que en 1609: “Yanga era un negro de cuerpo
gentil, bran de nación, y de quien se decía que si no lo cautivaran, fuera rey
en su tierra.” Después de capitular, los negros rebeldes se establecieron, y
lucharon contra los indios, a quienes
consideraban sus “enemigos naturales”.
De acuerdo a Chimalpahin
Cuauhtlehuanitzin: “el miércoles 2 del mes de mayo del año de 1612 fue cuando
fueron colgadas veintiocho personas de los negros; y de las negras, siete
personas fueron colgadas. En conjunto, todos los colgados suman treinta y cinco
personas.” Fueron acusadas de que iban a rebelarse, e intentaban matar a sus
patrones españoles.
Dentro de sus planes
reconocieron que iban a nombrar a un negro y una mulata como reyes, que
contarían con duques, marqueses y condes. Marcarían a los indígenas en las
bocas. Exterminarían a los hombres y mujeres blancas. Por supuesto, antes
seleccionarían a las más blancas y bonitas para ser esposas de los negros. El
que no pareciera mulato sería sacrificado de los conventos sacarían a las
monjas y se casarían con ellas, y a las mujeres negras las iban a llevar a
vivir a los conventos.
Acabarían con los sacerdotes
pero respetarían la vida a las carmelitas, a los franciscanos y a los jesuitas.
Fueron ejecutados y después cortados en pedazos. Chimalpahin en su crónica
señaló que: “apenas a los dos días, en jueves, con el cual fueron tres días del
mes de mayo en curso, justamente en la fiesta de la Santa Cruz , descolgaron a
los muertos de las horcas de madera. Y a estos mencionados muertos ordenaron de
la justicia que a todos se les abriera, que sus cuerpos se partieran en dos,
allá se colgarían en todas las calles grandes y barriadas que vienen a entrar a
México.”
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