Por Raúl Hernández Viveros
En
la historia de México se pueden descubrir secretos y lugares ocultos, también
públicos en donde el Tlatoani, el que manda y habla, siempre va a repetir los
mismos mensajes y señales. Detrás de la máscara del poder que funciona
directamente en la adulación bajo los cantos triunfalistas de sus promesas
incumplidas. El líder que constantemente recurre a los disfraces y mascaras para seducir y encantar a sus
seguidores. En el Porfiriato hubo la necesidad de recurrir al rescate del
pasado prehispánico. En las celebraciones históricas se agregó durante los
desfiles al final una muestra de diferentes grupos étnicos, que permanecían en
zonas marginales todavía en un estado de esclavitud. Porfirio Díaz intentó destruir
algunas reservas indígenas, y blanquear el territorio nacional con la llegada
de inmigrantes europeos a varias regiones de México.
El estallido de la revolución mexicana extrajo de las
profundidades étnicas a la más fuerte presencia de los grupos indígenas que
tuvieron su verdadera iconografía con la figura morena de Emiliano Zapata. El
momento más provocativo fue en la llegada a la ciudad de México, donde los
zapatistas demostraron su rechazo a la vida urbana con sus simuladas buenas
maneras y costumbres extranjeras. Al final, se quitaron las máscaras cubiertas
de paliacates para exhibir el rostro desnudo de la pobreza y miseria de un
pueblo sometido y engañado desde lo alto de la pirámide institucional.
Las mascaras de que
habló Nietzsche: “Todo lo que es profundo ama la mascara; las cosas más
profundas de todas sienten incluso odio por la imagen y el símbolo. ¿No sería
la antítesis tal vez el disfraz adecuado con que caminaría el pudor de un dios?
”. Con la aparición de la familia revolucionaria que se instala en lo alto de
la pirámide, la corrupción hizo gala de sus mejores actuaciones. Después se trasplanta el modelo del corporativismo
italiano.
El nexo común de todas estas propuestas fue la idea del
nacionalismo desarrollista, con sus sindicalistas revolucionarios,
católico-sociales integrados o antiguos marxistas coincidieron en la necesidad
de una base económica desarrollada y madura como paso previo para la creación
de una auténtico y sostenible Estado orgánico y corporativista. Exactamente sobrevive nuestros días con el
sindicalismo al servicio de los intereses del gobierno y su partido.
En medio del escenario del teatro guiñol mexicano. Los
generales se estrenaron como políticos actores de una pequeña réplica de un
teatro, y estos personajes fueron marionetas movidas desde lo alto de la
pirámide institucional. Igual que sucedió en Lyon, Francia. Gracias a Laurent
Mourguet, cuando un dentista, que para entretener a sus pacientes y hacerles
olvidar el dolor, inventó pequeñas historias que representaba con marionetas de
guante que movía detrás de un mostrador. Fue en 1795, poco después de haber
estallado la Revolución francesa.
Uno de los más importantes pensadores de México, es el
escritor Carlos Fuentes, con su obra “El espejo enterrado”, ofreció su visión
sobre la evolución nacional, donde presenta una reflexión también de la cultura
de América Latina. Un profundo estudio sobre los orígenes prehispánicos, y al
mismo tiempo la búsqueda de la utopía que se planteó a partir del sincretismo
entre civilizaciones diversas y opuestas.
Con la conquista, los mitos occidentales se cimentaron
entre las profundidades del pensamiento prehispánico. Carlos Fuentes comenzó su
investigación acerca de lo que denominó “Tiempo mexicano”. Desde principios de
los años setenta del siglo pasado profundizó sobre el retraso y las ruinas de
México, y definió que “un templo tolteca no tiene descendencia: es ruina en sí
y para sí.”
Hasta nuestros días todavía se rechaza reconocer la
dignidad de los idiomas, creencias y hasta la propia historia de las etnias que
sobreviven en México. Sin embargo, esta realidad se transforma cotidianamente
en un espacio invisible que sólo se abre hacía un folklorismo que se define
como “mexican curious”. Brota durante
los programas populistas de caridad institucional, y en la compra de votos por
comida, agua y hasta el pago de pisos de cemento en millones de chozas.
Desde la conquista y colonización, Carlos Fuentes definió que:
“España se cierra y nos encierra. Una intensa esquizofrenia política, moral e
intelectual se apodera de la América Española: el trasplante español nos ofrece
lo peor y nos niega lo mejor de España; Cuba puede ser una Andalucía, más
graciosa que la propia Andalucía, pero México es una Castilla, más sombría que la propia Castilla…” Frente a lo cual
puede examinarse el empleo de un lenguaje y pensamientos desorganizados,
delirios, alucinaciones, trastornos afectivos y conducta inapropiada hasta el
presente mexicano con los discursos y mensajes políticos.
La historia nacional contemporánea sustenta la proyección
de un sistema decadente que rechaza los valores, los derechos humanos, y se
derrumba en la crisis económica, moral y educativa. La cadena de fracasos económicos
va acompañada del crecimiento de la población que se debate entre la violencia
y corrupción en todos los aspectos de la vida nacional.
El reconocimiento de las identidades, al pluralismo
lingüístico y cultural de nuestros pueblos indígenas, puede transformarse en la
fortaleza de la historia nacional. Antonin Artaud señaló que “El más alejado
campesino indígena lleva en sí su cultura como un atavismo”, y Carlos Fuentes
señaló la necesidad de “comprender hasta qué grado la cultura indígena posee
muchas claves para disolver las neurosis modernas”, en sus ensayos sobre
nuestro “Tiempo mexicano”.
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