lunes, 30 de octubre de 2017

EL DERRUMBE DE UNA NACION




Por Raúl Hernández Viveros



Hace varias semanas se presentó el libro Algunas dimensiones literarias de Juan Rulfo, que coordinó Víctor Vásquez Reyes bajo el sello Tlanestli, de Editorial Foro Fiscal.  En sus páginas colaboraron Víctor Vásquez Gándara, Javier Ortiz, Lucio Gómez Pazos, Ma. Guadalupe Hernández Cruz, Sergio Núñez, y Domingo Balam Martínez. Se trata de un homenaje a Juan Rulfo 1917-2017, desde luego uno de los más importantes autores mexicanos. Sin embargo, recuerdo que en 1964, la revista Siempre, Emmanuel Carballo mencionó que: “A mediados de este mes de noviembre ha aparecido la sexta edición de Pedro Páramo, la novela de Juan Rulfo, publicada por el Fondo de Cultura Económica en su Colección Popular. La primera edición, lanzada por esta misma casa en su serie Letras Mexicanas, "se acabó imprimir el 19 de marzo de 1955" -dice el colofón. Se tiraron dos mil ejemplares, y desde el primer momento fue un éxito de librería y de crítica. En nueve años y ocho meses ha conocido más mundo que casi todas nuestras novelas y ha obtenido lo que pocas de ellas han logrado: unanimidad de pareceres.” Prosigió el texto del historiador y crítico sobre el reconocimiento internacional:
“En Europa, en los Estados Unidos, en América Latina y en México se considera Juan Rulfo un gran narrador y a Pedro Páramo una novela excelente.” La reseña de Emmanuel Carballo cerró al distinguir que: “Con su poderosa fuerza de lírica Rulfo consigue animar hasta los muertos. Además de ser un excelente cuentista y novelista, Rulfo es en la misma proporción, un poeta –un gran poeta.” Además en el semanario Punto y Aparte, hace varias décadas Emmanuel Carballo le comentó a Guillermo Cuevas que: “…estaba corrigiendo para el Fondo de Cultura Económica ese famoso breviario de Historia de la literatura hispanoamericana, de Enrique Anderson Imbert, y cuando llegué a donde hablaba de la escritora chilena María Luisa Bombal, autora de una novela que se llama La amortajada, bajé corriendo al departamento de Rulfo y le dije: Mira, Juan, lo que acabo de encontrar: lo que tú estás haciendo es lo que hizo María Luisa Bombal”.
Ahora que este año se celebra el centenario de su nacimiento, en algunos estudios sobre Juan Rulfo, publicados durante el final del Siglo XX, se reconocía la fecha de su nacimiento en  1918. Por ejemplo, Seymour Menton, Augusto Monterroso, Luis Harss, Reina Rofee, y Jorge Rufinelli en la edición de la Obra completa, Biblioteca Ayacucho, 1977; anotaron el mencionado año. Para Christopher Domínguez Michael, Juan Rulfo representaba un “clásico viviente, no sólo es figura capital de la Literatura Mexicana y Universal”, en su colaboración en la revista La Palabra y el Hombre, enero/junio 1985. Después a principios de 1986 falleció Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno.
En la antología Cuentos de la Revolución, de Luis Leal, UNAM, el crítico literario escribió que: “Juan Rulfo, (el   16  de   mayo  de 1918),  publicó  sus   primeros   cuentos  en   las    revistas    América  de   la   ciudad   de   México y   Pan   de   Guadalajara. En 1953 recoge    quince    cuentos     en   el   volumen El  llano   llamas,  algunos   de  ellos   inéditos.   Corno   cuentista   Rulfo da   preferencia     a   los   ambientes    rnágicorrealistas,   con los    que   crea    la   ilusión   de   que   los   acontecimientos  se desarrollan    en un  escenario  fantasmal.    Al   mismo    tiempo,    el   conflicto   entre    personajes,   o  entre  el  personaje  y su  medio gira en  torno    a  lo  trágico. Con   frecuencia la historia se   desarrolla    en   un   lugar  innominado,  con lo  cual   se  da  intensidad   al  elemento     irreal,   que   siempre se encuentra sutilmente equilibrado  en   relación fantasmal.   Si    el   escenario      es   rural,  el  medio    ambiente   siempre     es  hostil   al  hombre:    si  de   aldea,    siempre     primitivo      o  fantasmal.    El   hombre   se   encuentra    en   constante   lucha :      pero    sin   protestar,    siempre   callado como los   ríos    mansos;   se   aceptan    con   resignación   a esas    atroces     condiciones    que    les   impone  la vida lo que distingue a  Rulfo  de  los   cuentistas de la Revolución, de la generación   anterior es  la técnica  que emplea casi siempre da preferencia a la narración en primera persona,   siendo  el   narrador   con  frecuencia  un   testigo ocular    de   los  hechos;    se  finge    que   el  narrador   cuenta la  historia   a  alguien   que  escucha y que  el  lector   tiene que  intuir   a  través   del   parlamento.  Rulfo comunica sus trágicas   historias   en un   estilo   sumamente    tenso   que refleja   un sustrato   popular   al que le ha impartido una dimensión artística.    Con   los  cuentos  de  Rulfo  se  cierra un  ciclo  en  el desarrollo  del relato  mexicano  y  otro  se abre.”
Hace varias décadas entrevisté a varios escritores sobre las pequeñas obras maestras de Juan Rulfo. Los textos se publicaron en La Palabra y el Hombre, revista de la Universidad Veracruzana y en Plural. Con la aparición de Pedro Páramo, sigue la admiración y polémica por una especie de mito en torno suyo. Su obra narrativa es casi inalcanzable, y por supuesto universal. A pesar de tocar temas, situaciones y personajes arraigados en el entorno mexicano, desembocan siempre en la reflexión totalizadora del ser humano de cualquier parte del mundo. A 30 años de su muerte, La Palabra y el Hombre ofreció sus páginas a recordar a Juan Rulfo.
En el siglo pasado, algunos escritores se atrevieron a comentar que fue el burro que toco la flauta. Otros imaginaron que representó la reflexión frente a la muerte y la orfandad que trasciende el territorio nacional.  Todavía en la tristeza de su cuento “Luvina”, conmueve la marginación de las zonas rurales, entre el diálogo de los alfabetizadores: “¿Dices que el gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú no conoces al gobierno?” “Le dije que sí.” “–También nosotros lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre del gobierno.” “Yo les dije que era la Patria. Ellos movieron la cabeza diciendo que no. Y se rieron. Fue la única vez que he visto reír a la gente de Luvina. Pelaron sus dientes molenques y me dijeron que no, que el gobierno no tenía madre”.
Carlos Fuentes reconoció que la literatura mexicana contemporánea inicia con José Revueltas, Agustín Yáñez y Juan Rulfo. Con Pedro Páramo, finaliza el periodo de las letras rurales y de la novela de la revolución mexicana. Frente a la muerte la orfandad dejó sus rastros también en la poesía, canción mexicana, obras de teatro, y prácticamente se transformó en un culto hacia el espacio de los fieles difuntos. Desamparo que sufren más de la mitad de los habitantes de la república mexicana 
         Al final, el personaje Pedro Páramo: "Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras", como un presagio de la crisis nacional frente a la  violencia, corrupción, abandono social, y orfandad  de más de la mitad de los mexicanos.

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