miércoles, 23 de mayo de 2012

Carlos Fuentes

En memoria de Carlos Fuentes
Por Raúl Hernández Viveros


Tuve la oportunidad de conocer a Carlos Fuentes, cuando a partir de 1975, Luis Echeverría lo nombró embajador en Francia. Era la época en que los  gobiernos de América Latina enviaban a sus mejores intelectuales al extranjero. Recuerdo que a finales de los años sesenta también pude conocer a Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier, en sus respectivas embajadas de Guatemala y Cuba. Sin embargo, años más tarde  visité nuestra embajada en París porque se encontraba de agregado cultural mi querido amigo Sergio Pitol. Representó entonces un encuentro maravilloso, en donde ambos autores compartieron un buen rato mi presencia. Todavía conservo la primera edición dedicada de sus profundos ensayos sobre nuestro “Tiempo mexicano”.       
Detrás del poder de reflexión que permiten los ensayos de Carlos Fuentes, el lector puede construir una visión crítica de la realidad contemporánea en México. Meditaciones profundas hacia las raíces nuestras que llegan hasta  el nacimiento de la misión y visión del ser mexicano de nuestros “días enmascarados”, como el título de su primer libro de relatos.
Sin lugar a dudas, el pensamiento y la narrativa de Carlos Fuentes advierten sobre las bases de la ideología que siempre promete la aparición de la utopía. Este rico material cognitivo construye el pensamiento de los proyectos políticos y culturales de una nación inmersa en una terrible crisis de conciencia al contemplar en su propio espejo humeante el rostro de la desgracia, la desesperanza, incertidumbre y el desamparo por la falta de respeto al marco constitucional.
            En la revisión de las etapas históricas, Carlos Fuentes comienza por intentar ubicar el origen del perfil de cada uno de nosotros. A través de la aceptación de las máscaras se niega una verdadera personalidad, y se intenta profanar la idiosincrasia como un misterio semejante a la experiencia de viajar en cualquier vagón del metro de la ciudad de México. Al observar en los rostros de la orfandad  sabemos que todos somos diferentes frente a las identidades de la evolución y la estructura de un Estado, y una nación donde se discrimina y rechaza lo propuesto y entrevisto por los grupos indígenas.
            Por lo cual, Carlos Fuentes reconoció que la literatura mexicana contemporánea inicia con José Revueltas, Agustín Yáñez y Juan Rulfo. Con Pedro Páramo  finaliza el periodo de las letras rurales y de la novela de la revolución mexicana. Frente a la muerte la orfandad dejó sus rastros también en la poesía, canción mexicana, obras de  teatro, y prácticamente se transformó en un culto hacia el espacio de los fieles  difuntos.
El escenario desconocido por los creyentes, adoradores ahora de la Santa Muerte. Las imágenes de la corrupción institucional. El fracaso de un sistema jurídico que da forma y contenido al Derecho de Estado. En la obra literaria de Carlos Fuentes todo es recurrente al espacio de la violencia. No obstante, el tema de la muerte forma parte de la evolución histórica nacional, sus profundas investigaciones llegan hasta el estudio de la época prehispánica.
Con la llegada de Hernán Cortés se impuso el terror más impactante delante de los rituales sagrados. No obstante, los centros ceremoniales y zonas sagradas permanecen hasta el presente con sus cultos secretos pero vigentes entre los grupos indígenas de México. Durante el periodo virreinal se trató en trescientos años de borrar los restos de la destrucción y persecución hacía los adoradores clandestinos de divinidades y mitos prehispánicos.
El estallido de la revolución mexicana extrajo de las profundidades étnicas a la más fuerte presencia de los grupos indígenas que tuvieron su verdadera iconografía con la figura morena de Emiliano Zapata. De la historia de México se pueden descubrir secretos y lugares ocultos, también públicos en donde el Tlatoani, el que manda y habla, siempre va a repetir los mismos mensajes y señales.
Detrás de la máscara del poder que funciona directamente en la adulación bajo los cantos triunfalistas de sus promesas incumplidas. Nietzsche señaló que es algo: “Semejante escondido, que por instinto emplea el hablar para callar y silenciar.” Los funcionarios instalados en lo alto de la pirámide, hacen gala de la corrupción y de sus mejores actuaciones. Los políticos se enmascaran para esconder la ineptitud que demuestran al simular que todo va bien, y pagan la publicidad  sobre sus imágenes triunfalistas.
 La corrupción actual fue señalada por Carlos Fuentes: “Llegaron, por primera vez, los nuevos comerciantes, los tinterillos ambiciosos, los pequeños trinqueteros que habían estado esperando entre bambalinas la oportunidad para establecer los derechos de la burguesía”. Esta búsqueda de la identidad de todos los mexicanos se transformó en una profunda crisis donde la mentira se apoya en la miseria de la mayor parte de la población mexicana que todavía no se atreve a reconocerse en “la concreción de los mexicanos”, quienes son objeto de la humillación y la corrupción en estos días enmascarados de la vida nacional.  Este es el legado de Carlos Fuentes.     

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