miércoles, 15 de febrero de 2012

Hasta luego Julián Meza



Por Raúl Hernández Viveros

















En aquellos años sesenta formábamos parte de un grupo de adolescentes que pensábamos transformar el mundo. Nos conocimos en el viejo edificio de la escuela secundaria y de bachilleres nocturna de Orizaba. Cada tarde abordaba yo el autobús que me transportaba de Ciudad Mendoza hasta el centro de Pluviosilla. De lunes a viernes era el ritual acostumbrado para cumplir con el horario puntual del turno que comenzaba cada atardecer.
Desde el principio me sentí como un ser totalmente extraño frente a Julián Meza, acompañado siempre de sus amigos Mario Muñoz y Miguel Alegre. También se aproximaban algunos curiosos a escuchar las divagaciones que anunciaban ya el abismo del conocimiento filosófico, que era para mi un territorio desconocido y bastante misterioso.
Entonces me invitó a que asistiera a tomar café en un restaurante de la calle Madero. Casi tres veces a la semana me escapaba en las mañanas a participar en estas tertulias donde se hablaba casi en secreto de literatura y filosofía. Estaba de moda la lectura obligatoria de “El manifiesto comunista”, y cada uno tenía que memorizar un fragmento de aquello que comenzaba con “un fantasma recorre Europa”.
En otras ocasiones se organizaban conferencias para que el proletariado orizabeño tomara consciencia de la inevitable destrucción de sus cadenas de esclavitud. Por otra parte, Mario Muñoz daba a conocer sus gustos por el teatro, e intentaba participar como actor en diversas presentaciones teatrales que encabezaban otros verdaderos y reconocidos actores.
Una mañana me invitaron a participar en la edición de un periódico cultural que Julián Meza bautizó con el nombre de “El nigromante”. Para mi todo esto era divertido porque contaba con la experiencia de haber fundado el periódico estudiantil “El átomo”. Posteriormente di a conocer cinco números de la revista “México Nuevo”. Por supuesto con dicho nombre las buenas conciencias orizabeñas protestaron por temor a los avances del oro de Moscú en una región dominada como siempre por la jerarquía clerical.
No obstante les conté que el director de una escuela universitaria me iba a comprar suficientes ejemplares de “México Nuevo”. Se pusieron contentos de saber que había yo logrado hacer conciencia dentro del espacio educativo. Cuando les informé del éxito económico no pudieron creerlo.
Aquel día llevé toda la producción editorial de “México Nuevo” hasta el plantel universitario, y el director me pagó suficiente dinero como para viajar a cualquier parte de Europa. Me encontraba todavía en la parada del autobús cuando sin pensarlo, me di la vuelta y descubrí el humo que brotaba desde el patio del recinto universitario. Mi curiosidad llegó al extremo de asomarme detrás de unos arbustos.
El director acompañado de un par de empleados, atizaba el fuego donde se quemaban los recientes números de “México Nuevo”. Salí a toda carrera y abordé el autobús hasta bajarme en la calle Madero. Aquel día, orgullosamente los invité a comer al restaurante “Romanchú”, donde alegremente brindamos por el triunfo de la revolución en México.
Al poco tiempo invitamos a un periodista a dar una conferencia sobre “Los tesoros del Vaticano”. Las fuerzas clericales se sintieron tan ofendidas que enviaron a sus emisarios al Teatro Llave, y antes de que empezara la disertación resonaron las explosiones de las bombas pestilentes. El evento se suspendió y aquella noche algunos familiares de mis compañeros, fueron invitados a someter a las ovejas descarriadas y hacerles prometer con su propia vida, que no se les volviera ocurrir organizar este tipo de actividades.
Un poco después, el periódico “El nigromante” desapareció. Julián Meza dejó en sus páginas sus primeras reflexiones sobre el porvenir de nuestros proyectos personales. Fue cuando descubrí el significado que era el seudónimo de Juan Ignacio Paulino Ramírez Calzada, (San Miguel el Grande, Guanajuato, 22 de junio de 1818 - Ciudad de México, 15 de junio de 1879). Escritor, poeta, periodista, abogado, político e ideólogo liberal mexicano. Uno de los artífices más importantes del Estado laico mexicano.
Al finalizar el bachillerato cada quien tomó su destino. Yo y Mario Muñoz nos trasladamos a la capital veracruzana. Mientras que Julián Meza, quien nació en Orizaba, Veracruz, el 19 de junio de 1944, murió el 11 de febrero de 2012, en la ciudad de México.

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