domingo, 13 de noviembre de 2011

Renato Prada Oropeza (1937-2011)

Renato Prada Oropeza (1937-2011)
Por Raúl Hernández Viveros


Hace algunas semanas fui invitado a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, para participar en una serie de conferencias sobre la creación literaria en la Maestría de la Facultad de Filosofía y Letras. Durante este evento, mi inseparable amigo, el poeta Mario Calderón Hernández; entonces me informó que Renato Prada Oropeza se encontraba delicado en un hospital de la capital poblana.
Luego de mi sentida preocupación, también relacionó nuestra amistad con mis primeras aportaciones en el campo de la narrativa mexicana. Además, Mario Calderón Hernández recordó un texto iluminador de Renato Prada Oropeza, publicado en La Palabra y el Hombre. Mis recuerdos viajaron hasta la identificación de un valioso antecedente en mi carrera literaria.
Mario Calderón Hernández acababa de finalizar una antología sobre el cuento indigenista en México, y estaba interesado sobre mi relato “¡Viva Grecia!”. De regreso a la Universidad Veracruzana, pude localizar el ejemplar de La Palabra y el Hombre. Leí por primera vez, el ensayo breve de Renato Prada Oropeza, y se lo envié a Mario Calderón Hernández, acompañado del cuento mío elegido.
Fue un verdadero descubrimiento que, posiblemente debido a mi fundamental pudor, intenté ni siquiera acercarme, y algo misterioso me impidió leerlo en aquellos años juveniles. Tal vez porque me sentí preocupado de los comentarios de otros colegas que en forma irónica señalaban ya la importancia de mi narrativa, considerándola a la altura de Sergio Galindo y Juan Vicente Melo.Ahora con la muerte biológica de Renato Prada Oropeza: es su memoria le agradezco el haberme colocado con el espacio de las letras hispanoamericanas. Al mismo tiempo, rindo homenaje a su aportación valiosa en la dirección de la revista Semiosis. Viene a mi pensamiento que cuando tuve a mi cargo la Editorial de la Universidad Veracruzana, en la Serie Ficción, se incluyó la primera edición de su novela Mientras cae noche. Su herencia cultural permanece con el instrumental metodológico y metalingüístico con la semiótica literaria. Desde el profundo y alto internamiento dentro de a perspectiva constructivista.

Raúl Hernández Viveros: Los otros alquimistas
Por Renato Prada Oropeza


L
a literatura veracruzana contemporánea y, particularmente, la jalapeña, manifiesta en la evolución de su narrativa un fenómeno sumamente interesante que tendrá que ser estudiado tarde o temprano: un cambio del realismo social a una metaliteratura no exenta de un fuerte y marcado interés ''psicológico" que desemboca paulatinamente en la narración política. Los mejores momentos de esta evolución lo constituyen, sin duda, polvos de arroz de Sergio Galindo “El verano de la mariposa” de Juan Vicente Melo, (uno de los mejores cuentos de la literatura hispanoamericana).
Y algunos relatos de Hernández Viveros. Por otra parte, este fenómeno señalado por nosotros parece reflejar, en una especie de muestra particular, lo que viene sucediendo en el ámbito más general de la literatura mexicana y, por supuesto, de la latinoamericana.
Los otros alquimistas*, el segundo volumen de cuentos de Raúl Hernández Viveros (el primero, La invasión de los chinos, publicado en la colección Cuadernos del Caballo Verde) presenta una tensión altamente significativa que podría ser ilustrada tomando como manifestaciones mas precisas y logradas "Luz de fogatas" y "¡Viva Grecia!", por una parte, y "Los otros alquimistas", por otra.
Como los cuentos no son presentados por el autor según un orden en cronológico no podemos atrevernos a lanzar ninguna hipótesis en cuanto a1 origen y evolución histórica de la tensión arriba señalada por nosotros, Sólo trataremos de precisar un hilo de lectura sincrónica. Los dos relatos que citamos en primer término corresponden a una asimilación equilibrada del contenido político a una expresión (lengua y forma expresiva). En el primero, "Luz de fogatas", el narrador resuelve con una economía de medios ponderable la presentación de un "hecho social", una huelga obrera. El relato no presenta, como en las narraciones románticas o realistas de periodos anteriores, el interés por un personaje que vendría a constituirse en el héroe de las acciones (sea este positivo o negativo, según el gusto de la ideología dominante), sino que su interés se hace social: los obreros mismos parecen más bien reservados a un trasfondo durante el relato de las escenas y son las mujeres de estos quienes hacen contrapunto con los políticos corruptos y sus esbirros. La: venalidad de los dirigentes es más bien señalada casi indirectamente y sin hacer ningún énfasis caricaturesco (tentación que no siempre suele evitar Hernández Viveros, por ejemplo, en el cuento "El nacimiento del tercer mundo”). La narración altamente ponderada por el uso de un lenguaje justo tiene su culminación en dos momentos: la escena de la represión violenta lanzada por los esbirros y el final desolado donde pierden los que condenados a perder siempre hasta que la historia nos demuestra lo contrario. “¡Viva Grecia!” toma un tema difícil por lo trillado en cuanto parece ya pertenecer por derecho propio a una escuela que tuvo su gloria y decadencia: la situación de miseria y explotación del indígena. Lo que agrada y sorprende en el manejo del tema es la cautela del narrador en la elección de la lengua (lexemas y construcciones sintácticas) con que se expresan sus personajes. 'Tampoco hay aquí ningún recurso fácil, y par tanto caída en un costumbrismo o localismo que haría el relato pintoresco y le restaría el vigor que mantiene de comienzo a fin.
El narrador elude también el sarcasmo, .anzuelo este última que suele morder en relatos como "E1 boom se fue a la guerra". Si bien el final del relato que comentamos carga un poco a tinta sobre la desgracia del indio José: ni la muerte de su segundo hijo, el párrafo final, por su vigor y resonancia hace olvidar ese dejo de romanticismo indigenista.
El polo de ambos relatas podríamos llamarlo sin temor "político": el tema lo es y la resonancia que deja su lectura no puede ser llamado de otra manera. Estos momentos literarios bien logrados por Hernández Viveros; deberían y tienen que ser repetidos en futuros trabajos.
El otro polo, dijimos, cuenta con su mejor momento en el relato que da nombre al libro que reseñamos, "Los otros alquimistas". En este relato hay una ruptura notable del discurso realista, pues uno de los códigos de éste: la coherencia "geográfica” es alterada: Torreblanca es beneficiado por un robo ocurrido en Lima mientras él se encontraba aprestándose a realizar uno similar frente a nuestro apacible supermercado Chedraui, aquí en Xalapa. La "incongruencia" de este hecho no es aclarada por el narrador y lo que manifiesta que Hernández Viveros sabe narrar, tampoco es cuestionado con mayores detalles.
Esta tensión puesta de manifiesto por nosotros parece ser el común denominador de la literatura nueva, la que se hace sentir, a partir del 68 en México, a1 menos en los buenos narradores como Samperio, Ojeda. Tensión que señala una doble influencia: la de la situación real altamente política y politizada, pese y gracias a los esfuerzos de las clases dominante y del Imperio por desviar la atención de las problemas latentes en toda Latinoamérica, Por una parte, y la de autores cómo Borges y Cortázar, por otra.
EI desafío presentado a la generación a la cual pertenece Hernández Viveros es el de encontrar un lenguaje y por tanto, un nuevo tipo de literatura que no se reduzca a repetir las ingeniosas imaginaciones de la literatura fantástica (aunque bien pudiera hacerlo de vez en cuando como concesión y no como sistema) y a perderle el miedo y el pudor al tema político, cuyo tratamiento hará de él un tema literario como lo fue en su tiempo el religioso y el social.
(Reseña publicada en La Palabra y el Hombre, enero-marzo 1979, no. 29, p. 77-78.)
* Universidad Veracruzana, Xalapa, 1978, 174 p.p.

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