jueves, 18 de septiembre de 2008



La trayectoria de Raúl Hernández Viveros

Por Julio César Martínez

La figura del editor se encuentra plasmada en la trayectoria y la obra de Raúl Hernández Viveros, quien nació en Ciudad Mendoza, más conocida oficialmente como Camerino Z. Mendoza. Desde los años preparatorianos en Orizaba, fue donde tuvo sus inicios en el campo editorial. Con la fundación del periódico estudiantil Átomo; más tarde editó varios números de la revista México Nuevo. Posteriormente en la Universidad Veracruzana impulsó la creación de las revistas Academus y Cosmos. Con su experiencia editorial también pudo respaldar la edición de suplementos culturales en el Diario de Xalapa y Gráfico de Xalapa.

Sin embargo, la consagración fue cuando Raúl Hernández Viveros, estuvo a cargo del departamento editorial de la Universidad Veracruzana, y en la dirección de la revista La Palabra y el Hombre, durantes más de una década. Por lo cual desdeñó momentáneamente su carrera de escritor. Autor de más de una decena de libros de cuentos, ensayos, y de la novela Entre la pena y la nada, se dedicó un tiempo para su investigación sobre el relato español contemporáneo que apareció entre los estudios literarios del Fondo de Cultura Económica, con el respaldo de UNAM.

Una vida dedicada a los libros y a la edición de revistas, que en la actualidad encabeza con las ediciones de Cultura de VeracruZ, publicación mensual de carácter literario. Espacio independiente abierto a los jóvenes escritores de cualquier parte de México, América Latina y España. Raúl Hernández Viveros tiene una verdadera pasión por la lectura y respeto absoluto por la promoción de la literatura. Vive casi en el centro de Xalapa, y le gusta caminar por las tardes para reflexionar sobre sus proyectos editoriales. Se muestra atento frente al paso de la vida, y acepta esta entrevista sobre su labor editorial y literaria en plena efervescencia. A pesar de estar en los umbrales de la edad madura, todavía tiene un aire propicio de las personas que siempre obtienen lo que se proponen. En su casa hay libros y revistas por todos los rincones. Además de algunos retratos familiares destacan misteriosamente los escudos de Praga y Dobris; entre las botas llenas de vino tinto. Raúl Hernández Viveros está rodeado de ángeles de madera fabricados en Cholula, Puebla.

-Es muy probable que a través de los medios de comunicación y el estallido de la informática, las nuevas generaciones piensen que hoy en día ser escritor es mucho más fácil que en el pasado. ¿Tú consideras que el escritor nace o se hace?

-Recuerdo con bastante fascinación algunos momentos de mi adolescencia, y puedo verme de niño cuando coleccionaba algunas tiras cómicas de los periódicos, que compraba cada semana las llamadas revistas de muñequitos. Tengo la clara sensación de que a partir de aquellos instantes brotó la necesidad por la escritura. Con las hojas de papel donde se envolvía el pan, recortaba mis primeras páginas y armaba mis propias historietas copiadas de los muñequitos. Imitaba las historias de Màndraque o de El Rey Arturo y la mesa redonda.

Por otra parte, mi padre casi todas las noches me contaba algunas partes de su vida. En realidad eran como fragmentos de una novela. Desde el secuestro de mi madre a los catorce años hasta la huída a esconderse una década detrás de los muros de un rancho de Puebla. Todavía en las noches se aparece mi padre entre sueños a responderme algunos interrogantes de mi lejana juventud. Tengo la facultad ahora de vivir plenamente cada uno de mis sueños en colores, y no me preocupa enfrentarme en las noches con mis muertos.

- Nos podrías decir: ¿qué ha pasado con la gramática, con la ortografía o con la sintaxis? Sobre todo cuando no han dejado de ser, esencialmente, parte del discurso literario formal y conceptual. En una palabra: ¿Se ha enriquecido o se ha empobrecido la literatura con estas nuevas generaciones de escritores y lectores?

-Lo único que ha sucedido con la época actual es la aparición del facilismo. Desde hace varios años con el fenómeno del best sellers, se advirtió que el negocio de la edición de libros entraba en el espacio de la mercadotecnia. Por desgracia, la prueba irrefutable del facilismo en nuestros días desemboca en la desaparición de los verdaderos amantes de la lectura. Con el pretexto de hacer negocios se fabrican engendros que se ponen de moda de acuerdo a la temporada de verano o invierno. Igual que la moda, a la siguiente estación ya nadie se acuerda de la anterior. Afortunadamente podemos recurrir a la lectura de las obras maestras.

-Una de las constantes que le impiden a muchas personas arriesgarse a experimentar el acto de la escritura, es el prejuicio de que los escritores no ganan ni siquiera para comer. Con todos estos prejuicios, ¿cómo es que decides ser escritor y editor al mismo tiempo, siendo que casi no existen lectores?

-Cada quien tiene que enfrentarse a su propio destino. A veces yo hubiera deseado dedicarme a otra cosa. De joven soñaba con escribir algunas historias de mi lugar de origen, y describir personajes inolvidables, casi como lo dijo Platón “la locura ha derramado los mayores beneficios sobre Grecia”. Pienso que no tuve ni siquiera la mínima alternativa de hacer otra cosa en la vida.

-Desde hace mucho tiempo la literatura se ha convertido para ti en una pasión, así como el trabajo –muy noble por cierto– de editor de revistas, suplementos culturales y libros con un sello independiente. ¿Por qué no nos platicas tus experiencias en este sentido?

-Esto corresponde al reflejo de los maestros. Si no existiera la oportunidad del aprendizaje y el respeto a nuestros maestros no tendríamos la oportunidad de experimentar sobre algunos proyectos. Quiero reconocer que desde la época juvenil en Orizaba, tuve la oportunidad de ser alumno de María Enriqueta Mc Naught, quien me despertó el gusto y placer por la literatura. Sin embargo, algo fundamental representó el papel de haber sido miembro de una generación de libres pensadores. En donde milagrosamente porque hasta ahora es un misterio sin resolver, fui a caer en el espacio de mis colegas Mario Muñoz, Julián Meza, Miguel Alegre, y otros admiradores más de Hesse, Camus y Sartre, lecturas que acompañaron aquellos años de juventud. Al grado que frente a mis juveniles proyectos editoriales, ellos se plantearon la edición de un periódico “El Nigromante”. Por otra parte, recuerdo con bastante cariño al maestro Garcilaso, quien nos abrió las puertas de su librería, en donde nos ofrecía libros censurados y prohibidos hasta en las iglesias y escuelas privadas, difíciles de adquirir en la tranquilidad de la vida provinciana.

.-Tu experiencia literaria, antes de llegar a tu experiencia como escritor, ha sido tu vinculación con otros escritores, entre muchos otros los polacos y españoles. ¿De qué manera se suscitan estas experiencias?

-En efecto, la vinculación con escritores de diversos países enriqueció mi panorama literario. Me tocó la virtud de vivir los mejores años del ambiente universitario de los años 60 y 70. Es increíble aceptar el paso demoledor del tiempo. Este año se cumplen 40 años del movimiento estudiantil de 1968. Periodo que merece una profunda investigación porque fue el detonante de nuestras aspiraciones culturales y cambios hacia la modernidad de México. No puedo olvidar las figuras y el pensamiento de Ermilo Abreu Gómez, Juan de la Cabada, Max Aub, Artonio Ferres, César Rodríguez Chicharro, Luís Mario Shneider, o Demetrio Aguilera Malta. Tampoco del impulso creador de la revolución cubana, que fue el descubrimiento de su literatura con Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante, sus pintores Peláez, Portocarrero, Lam, la música tropical, y por supuesto el ron.

Después de la depresión y la matanza de estudiantes en octubre, como prólogo de la olimpiada del 68, no me quedó otra alternativa que el exilio voluntario. Harto de la mediocridad institucional y el retroceso, o más bien rechazo a la vida democrática. Gracias al gobierno polaco, conseguí una beca de escritor residente en Varsovia. Logré alcanzar a Mario Muñoz y a Lorenzo Arduengo Pineda, quienes estudiaban literatura y cine en Polonia. A los tres nos entusiasmó la enorme amistad con Sergio Pitol, quien realizó la labor de convencernos de vivir la experiencia de estar lejos de México. Esto me permitió la posibilidad de conocer escritores como Edward Stachura o el traductor Andrés Sobol. Al mismo tiempo que introducirme en la lectura de los principales actores polacos recomendados por Sergio Pitol, de lo cual se fundó un culto por la obra de Witold Gombrowisz. De Polonia viajé a Italia, y en España viví el periodo extraordinario de creatividad en Barcelona con mis amigos Carlos Trias y Cristina Fernández Cubas, al mismo tiempo que sentí el delirio de persecución todavía bajo la dictadura de Franco.

-Aunque unos lo reconocen y otros no, por mezquindad desde luego, tu siempre has sido un excelente promotor de los jóvenes escritores y de la apertura de nuevos espacios literarios. En este sentido, ¿cuál sería el balance de esta experiencia?

-Me gustaría borrar y aniquilar el término mezquindad. Yo he tenido la vitalidad de mostrar la mano abierta a las personas interesadas en la divulgación de la cultura y particularmente de la creación literaria. Hasta sacrifiqué muchos años en la dirección editorial y al frente de La Palabra y el Hombre. Gracias a las enseñanzas de Sergio Galindo y las recomendaciones de Gonzalo Aguirre Beltrán se abrió nuestra máxima revista universitaria a la difusión de los trabajos de investigación, y a la promoción de los jóvenes creadores mexicanos. Dicha labor continua en las páginas de la revista Cultura de VeracruZ, donde pueden consultarse las obras de Fernando Winfield Reyes, Armando Ortiz, Magali Velasco Vargas, Carlos Manuel Cruz Meza, Omar Piña, Jesús Miguel Montes, Juan Pablo Rojas Texon, y Maggie Rodríguez, originarios de la capital veracruzana que fueron dados a luz en esta publicación independiente.

-Simple y sencillamente, de todas estas actividades vinculadas con la literatura, ¿qué opinión tienes? ¿Cómo te han nutrido en tu formación literaria?

-Mi encuentro con Sergio Galindo significó un verdadero aprendizaje en el campo editorial, y gracias a la universidad veracruzana pude formarme en estos menesteres a lado de Juan Vicente Melo, Luis Arturo Ramos, y Marco Tulio Aguilera Garramuño. Mi amistad con Sergio Pitol destaca una profunda admiración hacia la construcción de una trascendental obra literaria. También en el contacto con Gonzalo Aguirre Beltrán, Carlo Antonio Castro, y en forma especial con Roberto Williams García, me permitió integrar mi propia valoración sobre los aspectos vitales de la Antropología.

-Como siempre, y no nos queda de otra, tuvimos que llegar a las preguntas casi obligadas. Porque antes de ser escritor fuiste lector, por eso mismo te pregunto: ¿cuáles fueron tus primeras lecturas?

Constantemente recurro a mencionar La madre, de Máximo Gorki, y El agua envenenada, de Fernando Benítez, ya que fueron efectivamente mis primeras lecturas. Me emocionaron tanto porque sentí que se trataba del escenario y el ambiente de mi tierra natal y lugar de origen. Todas las mañanas me despertaba el silbato de la fábrica textil, y era como el comienzo de la novela de Gorki, o la vida provinciana en manos del cura local correspondía en forma similar a la narrada por Benítez. Pero mi verdadero oficio de lector se consagró en las aulas universitarias, con el enfrentamiento a una metodología, y bajo la eficiente ironía de César Rodríguez Chicharro, di mis primeros pasos de lector. En cierta ocasión me regaló una novela de Luisa Josefina Hernández, y delante del salón de clases me dijo que yo era sobrino de Miguel Hernández y me insistió que leyera la novela de mi parienta. Me pidió de tarea una reseña; a la siguiente clase fue una osadía la lectura de mi tarea, y gracias César Rodríguez Chicharro me transformé en un adicto a la literatura.

-De todos esos escritores, ¿a quiénes recomiendas como autores esenciales para aquellas personas que deseen iniciarse en la difícil tarea de escritor?

-De costumbre hay que leer sin ningún tipo de prejuicio hasta sentir el gusto y placer por la literatura. Hace unos días leí una novela voluminosa y una breve. Quiero confesar que continuo como un aprendiz que quiere descubrir las técnicas narrativas y los efectos de las obras maestras. No hay duda alguna que la novela Las Benévolas, de Jonathan Littell es un encuentro actual con la técnica novelística de los autores del XIX, en cambio la lectura de La carretera de Cormac McCarthy, me vino a recordar el ambiente y el recorrido de Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

-Además de leer, ¿qué otras actividades recomiendas en la formación literaria?

-A veces, el cine resulta una alternativa ante la falta de autores excelentes. Pero la adaptación de la novela de Cormac McCarthy, No es país para viejos, a pesar de la extraordinaria fotografía no alcanzó a entusiasmarme demasiado. Con bastante cariño recomiendo caminar todas las tardes para contemplar la llegada de las noches, y escuchar las ultimas conversaciones antes del fin de cada día.

- En este mismo sentido nos podrías explicar, ¿de qué modo surgen tus personajes?

-En mi narrativa puede encontrarse personajes tomados de la vida misma. Fragmentos de mi biografía y hasta explicaciones de mis lecturas.

-Existe un modelo, un ser privilegiado, un prototipo o determinadas características para que algo o alguien se convierta en tu personaje. De tus personajes, ¿alguno de ellos es tu favorito?

-Es bastante difícil ubicar un personaje que sea inolvidable, así como resulta complicado identificar un tema interesante.

- ¿Cómo eliges tus temas?

-Los temas no los elegimos, más bien los temas nos eligen a nosotros

- De los diferentes géneros literarios –cuento, novela y ensayo– que has profesado durante toda tu vida, ¿habría alguno que consideraras con mayores posibilidades para conocer la realidad o para encontrarte contigo mismo?

-La poesía .

-Sabemos que existe un elemento importante en tu vida y en tu obra literaria: el humor. Este elemento, el humor, ¿es parte de un discurso o aparece como parte de la vida cotidiana?

-Frente a la terrible realidad que nos tocó sufrir, no nos queda otra cosa que verla con bastante humor. La ironía con que Miguel Cervantes de Saavedra, superó la excelencia de su obra literaria, o el caso de Leonid Andrèiev, que en unas de sus joyas literarias, tuvo la fortuna de expresar ante los ciudadanos de su época que le encantaban las negras.

-Para muchas personas de pronto tu discurso literario y tu experiencia cotidiana no tienen diferencias sustanciales, es decir, que de manera inusitada conviertes a tus amigos o compañeros de trabajo en una especie de personajes de una literatura oral que sin duda manejas con destreza. ¿Lo que haces de manera verbal es un ejercicio previo a la escritura o son dos formas diferenciadas de la actividad literaria?

-Con La actividad literaria se pueden ofrecer la constancia y testimonio de nuestras vidas.

-Por cierto, platícanos todo lo relacionado con tu proyecto editorial, pues a pesar de las restricciones económicas ya has logrado la edición de un importante acervo literario que incluye jóvenes autores y escritores de trascendencia nacional e internacional.

-Es la utopía, o el no hay tal lugar de Quevedo. Se trata de algo inalcanzable, de una justificación para seguir dando guerra en la vida, o el proyecto infinito de aferrarnos a la idea de la inmortalidad. Me parece que este proyecto editorial está definido por darle a Veracruz un espacio cada mes, totalmente independiente dedicado a la divulgación de nuestros jóvenes y consagrados autores. Aparte de ofrecer la difusión de escritores latinoamericanos y de España.

-Finalmente ¿Cómo le haces para mantener la aparición mensual de Cultura de VeracruZ ?

-Forma parte de las colaboraciones de muchos colegas y amigos, por ejemplo: en recientes números se le dedica una parte como homenaje a Carlos Roberto Morán, a quien conozco desde hace más de tres décadas, y a Carlos Nejar, de quien por primera vez en México se ofrece su bibliografía completa. También divulgamos poemas de un joven autor mexicano Alejandro Campos Oliver, y le ofrecemos un relato de Maggie Rodríguez, voz narrativa nueva de Veracruz, y un texto de Fernando Winfield Reyes. Con lo cual, nuestra revista da a conocer escritores consagrados, pero abre sus páginas principalmente a las jóvenes autores mexicanos.

- Después de todo esto: ¿Tienes algo que agregar?

-Creo que ya no hay tiempo, ni lugar para agregar algo más. Sólo queda el agradecimiento a la vida, por darnos el permiso de continuar un poco dentro de este espectáculo cotidiano y todavía cercano a mi memoria. Tal vez sea yo demasiado complaciente, porque quiero disfrutar al máximo estos últimos instantes, sin ninguna prisa por alcanzar los limites del reconocimiento y menos la fama.


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