Homenaje a Herminio Martínez en Cultura de Veracruz
No.18 Nueva época / Abril 2007
No.18 Nueva época / Abril 2007
Con motivo del nombramiento de Cronista Vitalicio del pueblo de Celaya, para el escritor Herminio Martínez, la revista Cultura de VeracruZ, en su número 18, correspondiente a abril del año en curso, dedica sus páginas en homenaje a este importante narrador mexicano. Nació en La Cañada de Caracheo, Cortazar, Guanajuato, el 13 de marzo de 1949. Entre sus novelas más conocidas en la literatura de México destacan: Hombres de temporal (1987), Diario maldito de Nuño de Guzmán (1990), Las puertas del mundo (1992), Invasores del paraíso (1998) y Lluvia para la tumba de un loco (2003). Ha publicado también el libro de cuentos: La jaula del tordo. Entre sus premios de poesía, son de notarse el "Punto de Partida" de la Universidad Nacional Autónoma de México; el "Manuel Torre Iglesias", de la Paz, Baja California; el "Ramón López Velarde", de Zacatecas; el "Pablo Neruda", de Buenos Aires, Argentina y el “Clemencia Isaura de la poesía”, del carnaval de Mazatlán, el cual obtuvo en 1985. Y el de las “Justas Poéticas Castellanas”, de Palencia, España, en 1995. En ese mismo año fue ganador del Premio "Lotería de Cuentos", de Editorial Planeta y la Lotería Nacional. En 1996 obtuvo el Premio Nacional de Novela “José Rubén Romero”, otorgado por el Instituto Michoacano de Cultura y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de la república mexicana. Y en 1998 el Premio Internacional de Novela Corta “Ciudad de Barbastro”, en Aragón, España, con El regreso, novela histórica ambientada en la vida de Antonio Pigafetta, marino de Magallanes. Otros premios que ha ganado, son: El Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen, en Culiacán, Sinaloa, 1999. Y el Premio Nacional de Cuento "Benemérito de América" 2000, en la Universidad de Oaxaca, con su libro Los pájaros vuelan al amanecer. También en el año 2000 ha sido distinguido con el Premio Internacional de Poesía "Hermanos Argensola", en España, por su poemario: Música para desventura y orquesta.. Y en Argentina ganó el Premio Internacional de Poesía La Poesía y el Mar de la Biblioteca Popular de Monte Hermoso, Buenos, Aires. Y en 2001 recibió el Premio Internacional de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad, por su poemario Animales de amor. En 2002, fue ganador del Premio Nacional de Poesía “Amado Nervo”, con Monólogo del habitante. Además, ha sido galardonado con el Premio Estatal de Artes "Diego Rivera" del estado de Guanajuato (1995). Es miembro de la Academia de Artes y Ciencias de la UNAM y de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). Editorialista del diario Excélsior, y desde 1994, Académico de la Lengua.
Herminio Martínez habla de su trabajo literario: “Lector asiduo, al poeta (ése de quien hablo) los libros lo incitan a crecer corriendo de cara a los crepúsculos. Sabe que el silencio es el ruido de las personas que trabajan. Se yergue, como el espantapájaros, en medio de una cultura corrompida, odiando todo aquello que los fundamentalistas tienen por verdad. Es increíble que subsista en la tierra nativa de la esterilidad y de los santos, donde gobiernan aquéllos que se creen con el derecho de sentarse a la derecha de Dios para juzgar a los hombres. Expatriado a un mundo interior donde la voz del alma es su propia conciencia, el exilio lo alienta en cada nuevo amanecer, en cada alborada diferente. El ecuador que lo separa de los demás seres humanos es sólo imaginario, porque en verdad se funden; a besos o en abrazos candentes se hacen uno solo. A veces suelto peón de la palabra, a veces apocalíptico profeta, es testificador de mundos marcusianos.
Nihilista radical de tacto abierto se viste de esperanzas, pese a que quienes confunden la moral con la inteligencia todos los días lo anotan en sus listas, las cuales son como liturgias de negros y terribles demonios rasurados. Pero su pecado original no es el pésame que a menudo lo abate, sino la exultación con que saluda, tanto a lo relativo como a lo absoluto que encuentra en su camino. Conoce la pena y el enigma. Sabe que todo lleva al mínimo gozo y al mínimo desengaño. Las historias que se derivan de él son invenciones suyas. Alguna vez utilizó la declamación como método de escándalo público para que una mala poesía lograra sus efectos temporales de confesar, más que la sensualidad, la vida misma. Pero también propició a fondo las relaciones cordiales entre el hombre y su poesía. Confiesa que a veces le gustaría ser también un marido dócil para dejarse pastorear por una mujer enérgica que cada domingo lo llevara a misa.
Asume el compromiso social no como una fuga al mundo esporádico de la fantasía sino como un modo de ser saludable frente a la rebeldía., cortando flores sobre los problemas fundamentales de la existencia humana, y sobre la gama de empleos y desempleos con que el poder adorna sus discursos. La ignorancia se aprende, dice, la ingenuidad se olvida. Recuerda que la palabra, en el pensamiento quevediano, ha de utilizarse como si fuera papel moneda, es decir, pesándola en oro, no en metal bajo. Y que la fatuidad es la respiración de la gente pequeña; y que la sencillez es la verdadera manifestación de la inteligencia. Entiende que no es de las hojas de la salvia la culpa de matar a quien las come, sino del sapo que las envenena; y que las espigas llenas se inclinan mientras las vacías se levantan. Para él el día es la condición que se convierte en noche: una pequeña barca cuyo timón de fuego tantea, descubre, recrea y crea otra vez la tarde, la reflexión, el mar, el tiempo solo. Decir y oír. Explosión y catarsis en la punta de un astro donde el frío lame tumefacciones cristalinas. Mal autor de emociones, emplea sólo adjetivos revelados; vocablos que hablan sin necesidad de darles cuerda. En piélagos y archipiélagos de imágenes mueve su símbolo de aristas agitadas, sin que ninguna tormenta calme sus fragores. Es el designio que no encuentra otra virtud que crispar sus recuerdos. Estructura ilusiones en alusión sinuosa a su destino.
Generoso en su forma podemos encontrarlo haciendo amores locos con febrero o el aire. O quitándole el susto a unos ojos de niña que despertó escuchando máquinas de coser debajo de las sábanas. Puede entenderse por su semblanza hospitalaria; singular por sus ímpetus e inolvidable como el sabor de una naranja. En él se asilan los delirios, el enervamiento del alcohol y el nervio óptico que tiene la memoria. Pero también los sueños que se congregan en la certidumbre de ser cangrejos que le muerden a las muchachas flores que son pezones encendidos. Es su destino andar a ras del reflejo haciendo confesiones de la sal de otros besos e inventando brebajes que lo regresen a la infancia. Vaivenes empapados de trópico en su frescor se agitan. Criatura estructurada con los espesos bosques de la nostalgia y la metáfora; apuntala en ayunas una idea en la creciente de sus versos. Su poética lubrica el desencanto con profunda eficacia; despierta inaguantable, convertido en un juglar y un nómada: uno que sueña que el concepto es basura pudriéndose en la nada. Un río que extiende el musgo de sus rasgos como si fueran barbas de espuma verde. Personaje que anuncia el vértigo de la dialéctica solar. La imponente expresión de un ave cuya responsabilidad es volar sobre lo permanente de la hierba: la fuerza lujuriosa del cuerpo que no es una simulación con flora y fauna. Peculiaridad desnuda bajo la sujeción que es el vestuario.
Designio perdurable, fortalecido por el imán que atrae orbes en polución de universos inhóspitos. Torre donde el relámpago se achata, es la esfera de sangre en la que beben sed todos los días los dioses, seducidos por esta conmoción inagotable. Asume la literatura como un vestido interesante. Herido, hundido en un charco de estragos muestra sus inquietudes como una sociedad de desencuentros. Lindero que arde entre lo trascendente y lo casual. Sinceridad desenfrenada. Pródigo a gritos desde la garganta de la muerte pide que ya se callen y se persigna delante de los iconos mojigatos y del despotismo azul como unos labios besados por el frío, que encierran en sus cárceles a la mujer que aborta y a los homosexuales porque se revuelcan abrazados a una ilusión entre los locos y los perros. A veces es un perro con la pata quebrada y otras el ciervo huyendo de la flecha. Sinceridad desenfrenada. Prodigio pródigo de la totalidad y lo disperso. Realidad que se fuga a su silencio. Canción anárquica, bullente de autobiografía onírica, y amante de la pulga de la concupiscencia que le pica el ombligo”.
Por lo cual, la revista Cultura de VeracruZ incluye en esta ocasión su relato “El mar que nos espera”, a parte de una muestra fotográfica donde Herminio Martínez se encuentra con Octavio Paz, Juan Rulfo y Juan Bañuelos, y algunas imágenes recientes de este autor originario de La Cañada de Caracheo, Cortazar, Guanajuato. También se da a conocer a un valioso narrador originario de Sinaloa: Moisés Sandoval Calderón, con una selección de sus principales Relatos. Originario del municipio de San Ignacio Sinaloa. Ha obtenido el primer lugar en el primer concurso de narrativa convocado por la Facultad de Derecho y la Academia de Investigación y Redacción Jurídica de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Publicado en: Almiar Margen Cero, Narrativas, La Casa de Asterión, Letralia, Proyecto Sherezade, El Interpretador, Realidad Literal, El Hablador, Oxigen, La Idea Fija, Destiempos, La Peregrina Magazine, Axolotl, No-Retornable, Silencios Literarios, Cuanto y Porque Tanto, Revista Voces, Malas Influencias y Liceus. Y es colaborador del portal: Mundo Cultural Hispano. Recientemente obtuvo el Premio Mocorito de cuento, este concurso es organizado por la fundación Dr. Enrique Peña Gutiérrez A.C. y cuenta con mucho prestigio en Sinaloa. La fundación está integrada por personajes de gran talla como Olga Peña, el Doctor Gonzalo Armienta, el historiador Herberto Sinagawa y el historiador Gilberto López Alanís. Se encuentran fotografías de este autor en las páginas de Cultura de VeracruZ, como un registro del movimiento literario en México.
Moisés Sandoval Calderón define su inicio en el quehacer literario: “Allá por mis años de secundaria me asaltaban ideas de ser escritor. Leía cuanto caía en mis manos: El Tesoro de la Juventud con los cuentos de los Hermanos Grimm, los gruesos volúmenes de las Mil y una Noches que despertaron en mí ciertas imágenes eróticas, Siddhartha, Demian y El Lobo Estepario de Hermann Hesse, los cuentos de Horacio Quiroga, Juan José Areola, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Ernest Hemingway, Guy de Maupassant y otros grandes. Y sólo era cuestión de que intentara escribir y comparara mis cuentos con las obras de los grandes maestros para que desilusionado botara los manuscritos ante mi notoria escasez de talento. Entonces decidí que lo mío no era escribir sino ser un lector acucioso, y borronearía solamente para mí mismo como si se tratara de un vicio secreto. Aun hoy, quizás por la misma causa, siento cierta aprehensión cuando trato de mostrar mis escritos.
¿Entonces para qué escribo? Aunque parezca una frase hecha, escribo porque no puedo dejar de hacerlo. Realmente creo que al escribir, perdura en mí ese antiguo vicio, y ya no tiene caso el tratar de erradicarlo. ¿Y quien me asegura que en veinte años más no pueda yo escribir algo aceptable? En el fondo de mi alma siempre ha anidado esa esperanza. Y esa ilusión provoca que vague yo por el mundo viéndolo todo con los ojos de un escritor en ciernes que algún día plasmará todos esos momentos, aderezados por la técnica literaria, en las páginas de un bello libro.
¿Y la poesía? Por ella aprendí a penetrar en un mundo más bello, más puro, y Neruda agregaría: más sencillo. Pero esas son palabras mayores. La lectura de los poetas provoca efectos secundarios y tratar de escribirla, para mí, conlleva grandes peligros. Uno de ellos es exponerme al ridículo. Con frecuencia he pensado que para ser poeta se ocupa algo más que talento. Si fuera posible definirlo, diría algo así como: sensibilidad. Pero creo que esta palabra no alcanza a precisar lo que intento decir”.
De Frank Estévez Guerra aparece una selección de sus Poemas. Cultura de VeracruZ en su número 14 incluyó una muestra poética y la correspondiente dicha ficha bibliográfica de este autor canario que actualmente vive en Madrid, España. Vale la pena, si quiera leer un fragmento su poema: “Si me dejas hablar”/ Si me dejas hablar quiero contarte/la esencia más latente en estos versos, /las horas desgranadas por tristezas,/las voces que ya impelen los silencios,/las torres más altivas de los hombres,/las trampas que sufrieron nuestros cuerpos,/las canas que se posan en los nidos,/las quejas por las prisas en los besos,/las gotas en los mares de las risas,/las páginas de un libro donde leo/que aguardas esa brisa que contenga/los aires más osados de los sueños”. Este poema obtuvo mención especial en el XXII Premio de poesía “Cafetín Croché” de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). El fallo del Jurado se llevó a cabo el viernes 27 de octubre de 2006 en el local del propio cafetín. Se presentaron 608 originales y formaron parte del jurado D. Octavio Uña Juárez (catedrático de filosofía), D. Ramón Nieto (escritor), D. Jesús Fernández Pérez (catedrático de Lengua castellana y Literatura), D. José María Suárez Campos (escritor) y Dña. Cristina Cocca Arnedo (poeta que obtuvo el premio el pasado año 2005).
Se ofrece en este número de Cultura de VeracruZ , un espacio dedicado al movimiento Adict@s a la poesía, con trabajos de: Alejandra Gutiérrez Ramírez, Lorena Bonilla, Manuel Martínez Morales, Mirna Romero y Mirna Váldez Viveros. Además, el investigador Daniel Murphy, da a conocer un interesante ensayo sobre la novela de Marco Tulio Aguilera Garramuño: “La pequeña maestra de violín, o la vidita literaria convertida en novela”. Para cerrar este número de abril de la revista Cultura de VeracruZ , el critico literario José Prats Sariol, analiza brillantemente el papel de “Las revistas literarias y la democratización de la cultura”, donde se interroga: “¿Qué es una revista literaria? Parece una pregunta de respuesta implícita, una de esas tautologías que suele abundar entre el periodismo de teclado rápido. Pero lo cierto es que sus fronteras son difusas, sobre todo en relación con las llamadas Humanidades. Y habida cuenta de que hay géneros literarios como el ensayo que se abren a cualquier motivo temático, como disfrutamos al leer y releer a Montaigne.
Los hechos ─Revista de Occidente o Contemporáneos─ muestran que la abrumadora mayoría no se ha dedicado sólo a los géneros de ficción, sino que ha incluido textos limítrofes bajo el rubro de ensayo o del depreciado género epistolar, de la oratoria o de la socorrida y tramposa entrevista, así como de disciplinas cercanas como la filosofía y la antropología, además de la crítica literaria y de arte. A lo que se añade ─por razones de espacio─ la exclusión de novelas y obras teatrales extensas”. Dentro de este planteamiento, la revista Cultura de VeracruZ , prosigue en su labor de abrir sus páginas a la divulgación de autores consagrados, y principalmente al descubrimiento de las nuevas voces en la literatura nacional e hispanoamericana.
Herminio Martínez habla de su trabajo literario: “Lector asiduo, al poeta (ése de quien hablo) los libros lo incitan a crecer corriendo de cara a los crepúsculos. Sabe que el silencio es el ruido de las personas que trabajan. Se yergue, como el espantapájaros, en medio de una cultura corrompida, odiando todo aquello que los fundamentalistas tienen por verdad. Es increíble que subsista en la tierra nativa de la esterilidad y de los santos, donde gobiernan aquéllos que se creen con el derecho de sentarse a la derecha de Dios para juzgar a los hombres. Expatriado a un mundo interior donde la voz del alma es su propia conciencia, el exilio lo alienta en cada nuevo amanecer, en cada alborada diferente. El ecuador que lo separa de los demás seres humanos es sólo imaginario, porque en verdad se funden; a besos o en abrazos candentes se hacen uno solo. A veces suelto peón de la palabra, a veces apocalíptico profeta, es testificador de mundos marcusianos.
Nihilista radical de tacto abierto se viste de esperanzas, pese a que quienes confunden la moral con la inteligencia todos los días lo anotan en sus listas, las cuales son como liturgias de negros y terribles demonios rasurados. Pero su pecado original no es el pésame que a menudo lo abate, sino la exultación con que saluda, tanto a lo relativo como a lo absoluto que encuentra en su camino. Conoce la pena y el enigma. Sabe que todo lleva al mínimo gozo y al mínimo desengaño. Las historias que se derivan de él son invenciones suyas. Alguna vez utilizó la declamación como método de escándalo público para que una mala poesía lograra sus efectos temporales de confesar, más que la sensualidad, la vida misma. Pero también propició a fondo las relaciones cordiales entre el hombre y su poesía. Confiesa que a veces le gustaría ser también un marido dócil para dejarse pastorear por una mujer enérgica que cada domingo lo llevara a misa.
Asume el compromiso social no como una fuga al mundo esporádico de la fantasía sino como un modo de ser saludable frente a la rebeldía., cortando flores sobre los problemas fundamentales de la existencia humana, y sobre la gama de empleos y desempleos con que el poder adorna sus discursos. La ignorancia se aprende, dice, la ingenuidad se olvida. Recuerda que la palabra, en el pensamiento quevediano, ha de utilizarse como si fuera papel moneda, es decir, pesándola en oro, no en metal bajo. Y que la fatuidad es la respiración de la gente pequeña; y que la sencillez es la verdadera manifestación de la inteligencia. Entiende que no es de las hojas de la salvia la culpa de matar a quien las come, sino del sapo que las envenena; y que las espigas llenas se inclinan mientras las vacías se levantan. Para él el día es la condición que se convierte en noche: una pequeña barca cuyo timón de fuego tantea, descubre, recrea y crea otra vez la tarde, la reflexión, el mar, el tiempo solo. Decir y oír. Explosión y catarsis en la punta de un astro donde el frío lame tumefacciones cristalinas. Mal autor de emociones, emplea sólo adjetivos revelados; vocablos que hablan sin necesidad de darles cuerda. En piélagos y archipiélagos de imágenes mueve su símbolo de aristas agitadas, sin que ninguna tormenta calme sus fragores. Es el designio que no encuentra otra virtud que crispar sus recuerdos. Estructura ilusiones en alusión sinuosa a su destino.
Generoso en su forma podemos encontrarlo haciendo amores locos con febrero o el aire. O quitándole el susto a unos ojos de niña que despertó escuchando máquinas de coser debajo de las sábanas. Puede entenderse por su semblanza hospitalaria; singular por sus ímpetus e inolvidable como el sabor de una naranja. En él se asilan los delirios, el enervamiento del alcohol y el nervio óptico que tiene la memoria. Pero también los sueños que se congregan en la certidumbre de ser cangrejos que le muerden a las muchachas flores que son pezones encendidos. Es su destino andar a ras del reflejo haciendo confesiones de la sal de otros besos e inventando brebajes que lo regresen a la infancia. Vaivenes empapados de trópico en su frescor se agitan. Criatura estructurada con los espesos bosques de la nostalgia y la metáfora; apuntala en ayunas una idea en la creciente de sus versos. Su poética lubrica el desencanto con profunda eficacia; despierta inaguantable, convertido en un juglar y un nómada: uno que sueña que el concepto es basura pudriéndose en la nada. Un río que extiende el musgo de sus rasgos como si fueran barbas de espuma verde. Personaje que anuncia el vértigo de la dialéctica solar. La imponente expresión de un ave cuya responsabilidad es volar sobre lo permanente de la hierba: la fuerza lujuriosa del cuerpo que no es una simulación con flora y fauna. Peculiaridad desnuda bajo la sujeción que es el vestuario.
Designio perdurable, fortalecido por el imán que atrae orbes en polución de universos inhóspitos. Torre donde el relámpago se achata, es la esfera de sangre en la que beben sed todos los días los dioses, seducidos por esta conmoción inagotable. Asume la literatura como un vestido interesante. Herido, hundido en un charco de estragos muestra sus inquietudes como una sociedad de desencuentros. Lindero que arde entre lo trascendente y lo casual. Sinceridad desenfrenada. Pródigo a gritos desde la garganta de la muerte pide que ya se callen y se persigna delante de los iconos mojigatos y del despotismo azul como unos labios besados por el frío, que encierran en sus cárceles a la mujer que aborta y a los homosexuales porque se revuelcan abrazados a una ilusión entre los locos y los perros. A veces es un perro con la pata quebrada y otras el ciervo huyendo de la flecha. Sinceridad desenfrenada. Prodigio pródigo de la totalidad y lo disperso. Realidad que se fuga a su silencio. Canción anárquica, bullente de autobiografía onírica, y amante de la pulga de la concupiscencia que le pica el ombligo”.
Por lo cual, la revista Cultura de VeracruZ incluye en esta ocasión su relato “El mar que nos espera”, a parte de una muestra fotográfica donde Herminio Martínez se encuentra con Octavio Paz, Juan Rulfo y Juan Bañuelos, y algunas imágenes recientes de este autor originario de La Cañada de Caracheo, Cortazar, Guanajuato. También se da a conocer a un valioso narrador originario de Sinaloa: Moisés Sandoval Calderón, con una selección de sus principales Relatos. Originario del municipio de San Ignacio Sinaloa. Ha obtenido el primer lugar en el primer concurso de narrativa convocado por la Facultad de Derecho y la Academia de Investigación y Redacción Jurídica de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Publicado en: Almiar Margen Cero, Narrativas, La Casa de Asterión, Letralia, Proyecto Sherezade, El Interpretador, Realidad Literal, El Hablador, Oxigen, La Idea Fija, Destiempos, La Peregrina Magazine, Axolotl, No-Retornable, Silencios Literarios, Cuanto y Porque Tanto, Revista Voces, Malas Influencias y Liceus. Y es colaborador del portal: Mundo Cultural Hispano. Recientemente obtuvo el Premio Mocorito de cuento, este concurso es organizado por la fundación Dr. Enrique Peña Gutiérrez A.C. y cuenta con mucho prestigio en Sinaloa. La fundación está integrada por personajes de gran talla como Olga Peña, el Doctor Gonzalo Armienta, el historiador Herberto Sinagawa y el historiador Gilberto López Alanís. Se encuentran fotografías de este autor en las páginas de Cultura de VeracruZ, como un registro del movimiento literario en México.
Moisés Sandoval Calderón define su inicio en el quehacer literario: “Allá por mis años de secundaria me asaltaban ideas de ser escritor. Leía cuanto caía en mis manos: El Tesoro de la Juventud con los cuentos de los Hermanos Grimm, los gruesos volúmenes de las Mil y una Noches que despertaron en mí ciertas imágenes eróticas, Siddhartha, Demian y El Lobo Estepario de Hermann Hesse, los cuentos de Horacio Quiroga, Juan José Areola, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Ernest Hemingway, Guy de Maupassant y otros grandes. Y sólo era cuestión de que intentara escribir y comparara mis cuentos con las obras de los grandes maestros para que desilusionado botara los manuscritos ante mi notoria escasez de talento. Entonces decidí que lo mío no era escribir sino ser un lector acucioso, y borronearía solamente para mí mismo como si se tratara de un vicio secreto. Aun hoy, quizás por la misma causa, siento cierta aprehensión cuando trato de mostrar mis escritos.
¿Entonces para qué escribo? Aunque parezca una frase hecha, escribo porque no puedo dejar de hacerlo. Realmente creo que al escribir, perdura en mí ese antiguo vicio, y ya no tiene caso el tratar de erradicarlo. ¿Y quien me asegura que en veinte años más no pueda yo escribir algo aceptable? En el fondo de mi alma siempre ha anidado esa esperanza. Y esa ilusión provoca que vague yo por el mundo viéndolo todo con los ojos de un escritor en ciernes que algún día plasmará todos esos momentos, aderezados por la técnica literaria, en las páginas de un bello libro.
¿Y la poesía? Por ella aprendí a penetrar en un mundo más bello, más puro, y Neruda agregaría: más sencillo. Pero esas son palabras mayores. La lectura de los poetas provoca efectos secundarios y tratar de escribirla, para mí, conlleva grandes peligros. Uno de ellos es exponerme al ridículo. Con frecuencia he pensado que para ser poeta se ocupa algo más que talento. Si fuera posible definirlo, diría algo así como: sensibilidad. Pero creo que esta palabra no alcanza a precisar lo que intento decir”.
De Frank Estévez Guerra aparece una selección de sus Poemas. Cultura de VeracruZ en su número 14 incluyó una muestra poética y la correspondiente dicha ficha bibliográfica de este autor canario que actualmente vive en Madrid, España. Vale la pena, si quiera leer un fragmento su poema: “Si me dejas hablar”/ Si me dejas hablar quiero contarte/la esencia más latente en estos versos, /las horas desgranadas por tristezas,/las voces que ya impelen los silencios,/las torres más altivas de los hombres,/las trampas que sufrieron nuestros cuerpos,/las canas que se posan en los nidos,/las quejas por las prisas en los besos,/las gotas en los mares de las risas,/las páginas de un libro donde leo/que aguardas esa brisa que contenga/los aires más osados de los sueños”. Este poema obtuvo mención especial en el XXII Premio de poesía “Cafetín Croché” de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). El fallo del Jurado se llevó a cabo el viernes 27 de octubre de 2006 en el local del propio cafetín. Se presentaron 608 originales y formaron parte del jurado D. Octavio Uña Juárez (catedrático de filosofía), D. Ramón Nieto (escritor), D. Jesús Fernández Pérez (catedrático de Lengua castellana y Literatura), D. José María Suárez Campos (escritor) y Dña. Cristina Cocca Arnedo (poeta que obtuvo el premio el pasado año 2005).
Se ofrece en este número de Cultura de VeracruZ , un espacio dedicado al movimiento Adict@s a la poesía, con trabajos de: Alejandra Gutiérrez Ramírez, Lorena Bonilla, Manuel Martínez Morales, Mirna Romero y Mirna Váldez Viveros. Además, el investigador Daniel Murphy, da a conocer un interesante ensayo sobre la novela de Marco Tulio Aguilera Garramuño: “La pequeña maestra de violín, o la vidita literaria convertida en novela”. Para cerrar este número de abril de la revista Cultura de VeracruZ , el critico literario José Prats Sariol, analiza brillantemente el papel de “Las revistas literarias y la democratización de la cultura”, donde se interroga: “¿Qué es una revista literaria? Parece una pregunta de respuesta implícita, una de esas tautologías que suele abundar entre el periodismo de teclado rápido. Pero lo cierto es que sus fronteras son difusas, sobre todo en relación con las llamadas Humanidades. Y habida cuenta de que hay géneros literarios como el ensayo que se abren a cualquier motivo temático, como disfrutamos al leer y releer a Montaigne.
Los hechos ─Revista de Occidente o Contemporáneos─ muestran que la abrumadora mayoría no se ha dedicado sólo a los géneros de ficción, sino que ha incluido textos limítrofes bajo el rubro de ensayo o del depreciado género epistolar, de la oratoria o de la socorrida y tramposa entrevista, así como de disciplinas cercanas como la filosofía y la antropología, además de la crítica literaria y de arte. A lo que se añade ─por razones de espacio─ la exclusión de novelas y obras teatrales extensas”. Dentro de este planteamiento, la revista Cultura de VeracruZ , prosigue en su labor de abrir sus páginas a la divulgación de autores consagrados, y principalmente al descubrimiento de las nuevas voces en la literatura nacional e hispanoamericana.
Homenaje a Herminio Martínez
Octavio Paz y Herminio Martínez, 1985
Herminio, Rulfo y Bañuelos, 1987
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1 comentario:
Me encantó leer la autobiografía del Maestro Herminio Martínez. Honra y felicitación.
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