viernes, 9 de abril de 2010

Dibujos y poemas de Víctor Argüelles



Por Alberto Hernández Vásquez

En el número 53, de marzo 2010, de la revista Cultura de VeracruZ, se ofrece una excelente muestra de dibujos, tintas y poemas de Víctor Argüelles, originario de Tuxpan, Veracruz, 1973. Licenciado en Artes Plásticas por la Universidad Veracruzana, con especialidad en pintura y diplomado en Escritura Creativa por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ha publicado poesía en suplementos culturales y revistas de Veracruz, Chiapas, Jalisco, Campeche, Estado de México y Zacatecas, antologado en Animales en su tinta (2007) y Jaime Sabines 83, Aniversario, 83 Poetas (2009), ambos editados por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas. Primer lugar en poesía en el IV Certamen Literario “Palabra en el viento”, Ecatepec 2009, convocado por el Instituto Mexiquense de Cultura. Ha realizado más de diez exposiciones individuales y ha participado en cerca de 60 exposiciones colectivas en México.
Se trata de exponer a los lectores la divulgación del trabajo de creación artística de un valioso veracruzano que se abre paso dentro de la Cultura Nacional y Latinoamericana. Por lo cual resulta interesante realizar un seguimiento hacia su trabajo literario, y principalmente a la elaboración de sus tintas y dibujos como aportaciones desprendidas de su experiencia educativa gracias a la Universidad Veracruzana.
Se recogen los recientes versos de otro escritor nacido en la capital de Veracruz, Edgar Aguilar da a conocer “U-S-B-I”. Dichas líneas representan la escritura de reflexiones hacia el interior del pensamiento, que permiten enfrentar filosóficamente la actitud del poeta ante la vida. Con la finalidad de rescatar y vislumbrar siquiera “siniestros destellos de vida humana”. Durante esta aproximación a los objetos y cosas que nos rodean, se debe destacar el poder de los sentimientos que plasman las interrogantes cotidianas de cada jornada existencial.
Por ejemplo, en el espacio III, Edgar Aguilar va directo hacia el análisis del desgaste de nuestros pasos sobre la tierra: “¿Qué hago aquí? / Me asomo al espejo y no encuentro nada. / ¡Nada! Ni un solo indicio de vida. / Sigo escuchando ese sordo zumbido / que se desprende de esa luz blanca e incandescente. / Algo me quema. / Y ese ardor me dice que algo se pudre en mi estómago. / Pero también ese mismo ardor / me hace suponer que estoy vivo, / y que no soy –al menos así lo creo– / sólo un espectro, una gastada figura, / o la sombra de una luz que no emite su propia sombra…”
Todavía en el terreno de la poesía, Luis Carlos Mussó, quien nació en Guayaquil, en 1970. Se licenció en Letras en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Ha publicado “El libro del sosiego” (1997), “Y el sol no es nombrado” (2000), “Propagación de la noche” (2000), y “Tiniebla de esplendor” (2006). “Su trabajo está en varios libros colectivos, como “Aldea Poética” (Madrid, 1997), “Porque nuestro es el exilio” (Quito, 2006) y “18 poetas latinoamericanos” (Lima, 2006), y también en revistas como “Letras del Ecuador” y “Alhucema”, de Granada.
De este escritor ecuatoriano, se publica su ensayo sobre el reciente libro de Rocío Soria: “Isadora, o los ritmos de la palabra”. Resulta interesante el estudio por identificar el sentido al movimiento de cada verso de la autora. Sin duda alguna, la lectura de este trabajo literario permite la revelación que descubre los movimientos de las imágenes poéticas de Rocío Soria. A manera de epílogos Luis Carlos Mussó, plantea la posibilidad de exponer que: “Las voces en italiano repartidas y salpicadas en el libro hacen que haya ecos de comunicación entre elementos de distinta índole (ganando evanescencia y poder de sugestión en las asperezas que se logran eslabonando las lenguas). El oxímoron cuerpo nada nos enfrenta a los esfuerzos por constatar los límites entre el todo y el vacío. El silencio se anuncia (“Todo final tiene pájaros entre las aspas del ventilador”) y cuando se emplaza (“Todo está frío y rígido ahora”) se instala a la vez entre la infinitud y finitud de los seres. La invocación (al vacío, a la nada, al silencio) es el vértigo ante el abismo. Quizá la conciencia de la finitud es un paso hacia un saber que se construye paso a paso.
El recorrido que el lector hará cuando lea Isadora no es, en ningún caso, uno que deba enfrentar con disposición neutra. Pues, aunque sus iniciales pasos sean de búsqueda de certezas, pronto caerá en la cuenta de que el quid de la palabra lírica no en éstas sino en aquellas. Por tanto, este poemario nos impele a acompañar a Rocío Soria en su misión de seleccionar y recoger los materiales aprovechables entre los escombros que la modernidad ha dejado a su paso en nuestros espíritus y en nuestros cuerpos. Somos, con la voz que lo impulsa, tropa de cazadores que corre el monte para hallar o levantar el sentido. Es nuestro trabajo desde ahora”.
Esta aproximación a una voz poética nueva de Ecuador, abre camino hacia el conocimiento de autores poco conocidos en México. Por lo cual, es importante señalar que en la parte final de este número 53 de la revista Cultura de VeracruZ, se anuncia la publicación próxima de la muestra sobre los novísimos autores ecuatorianos, a cargo de Freddy Ayala Plazarte. Con esto existe la propuesta de abrir las páginas de esta revista de literatura contemporánea, y enlazarla a las expresiones literarias realizadas por los jóvenes mexicanos y de otras regiones de América Latina y España.
En la sección de reseñas, el escritor veracruzano Raúl Hernández Viveros, participa con sus comentarios acerca de un reciente libro de Marco Tulio Aguilera. Armando Ortiz, recrea el tema acostumbrado de semana santa: “Jesús el hijo de hombres”. Omar Piña reflexiona sobre la falta de espacios críticos en los medios de información. Irving Ramírez analiza el trascendental poder critico de Karl Kraus, y al mismo tiempo explica “Una teoría de los domingos”.
Se distingue la importancia de que en esta entrega, la revista Cultura de VeracruZ, coincide en la disposición de proyectar una breve selección de autores veracruzanos que colaboran en esta ocasión. Con excepción del ecuatoriano Luis Carlos Mussó, presenta a un puñado de escritores representantes dignos del estado de Veracruz. Cuestión trascendental porque demuestra que fuera del centralismo cultural, en la República Mexicana existen alternativas literarias en cualquier parte de la provincia, y particularmente en la capital de veracruz, en donde vive y escribe Sergio Pitol, nuestro Premio Cervantes.

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