jueves, 23 de octubre de 2008

El silencio de los orígenes: Cesare Pavese

Raúl Hernández Viveros

A Carlos Fuentes en su cumpleaños

…il mio corpo è tranquilo;

il lavoro stordisce il mio corpo ogni donna.

Cesare Pavese

Entre la penumbra, uno siempre llega a recordar las situaciones o experiencias más desagradables o injustas de la vida. En lugar de olvidarlas; estas cosas nefastas, peligrosas y terribles, a cada instante regresan a inquietarnos hasta el presente. Llegan como las nubes que presagian tormentas o atardeceres envueltos en la neblina de otoño. Vienen y aparecen delante de nosotros para hacernos comprender que algo fracasó en nuestras historias; aunque no tuvimos la posibilidad mínima de enfrentarlas, y menos la oportunidad siquiera de evadirlas. Para mí las imágenes del pasado, significan y representan algunos pasos en el desarrollo de mi existencia, en donde no hubo otra alternativa que intentar aprender a llenar el vacío de las cosas, y alcanzar a gozar con el aire en los pulmones, cada palabra que desaparece en las conversaciones o reflexiones de la mente.

…Bisogna fermare una donna

e parlarle, e decidere a vivere insieme.

Atrimenti, uno para da solo…

Cesare Pavese

A veces todo lo que hacemos es una simulación que se repite en la copia de la escritura de otros autores, y caemos en la imitación. Detrás de la oscuridad existen los instantes de lucidez dentro de los laberintos del pensamiento. Para mí las imágenes del pasado, significan algunos pasos de una existencia. Tal vez no tuve otro escenario que aprender un poco a vivir. Con estas reflexiones, salí de entre la muchedumbre que llenaba los pasillos y salas de la Estación Puerta Nueva de Turín, y de golpe descubrí enfrente el edificio vetusto y gris del Hotel Roma. ¿Cómo fue posible que Cesare Pavese pudiera tomar la decisión de salir del planeta y abandonar la gloria de la fama? ¿Es posible que las penurias de la posguerra lo empujaran a dar el salto mortal? A lo mejor la persecución de la pesadilla fascista, o la falta de un poco de amor, lo hicieron rentar la habitación para acabar con el misterioso enigma de no saber si existe otra vida, aunque las religiones prometan el cielo o el infierno, y no abandonar la sencillez de la personalidad humana.

Nunca supe quién me contó que una periodista norteamericana le había propuesto llevárselo a vivir a Nueva York, y no fue capaz de separarse de su amado lugar de origen, olvidar las colinas que rodeaban Turín, y dejar los paseos a las orillas del río Po. En la plenitud de su productividad intelectual, el escritor quien nació en San Stefano Belbo, en 1908; no pudo y tampoco alcanzó a conciliar la idea de alejarse de su paisaje y de la enorme nostalgia de las calles y avenidas de la ciudad de los obreros procedentes del sur, con quienes imaginaba la construcción de una sociedad más humana y solidaria. De su pueblo, a un par de horas, iba y venia hasta la capital del Piamonte. Tuvo que recurrir a la fatal decisión, empujado por la falta del verdadero amor, con la cual se aniquiló con aquellas horas martirizadores de la indecisión, de no saber efectivamente el sentido de las palabras de otro idioma, y a la diferencia de una mujer que anhelaba el reconocimiento internacional.

… il ragazzo cammina

tutto il giorno per strada. Non cerca ancor donne

e non gioca più in terra. Ogni volta retorna.

Il ragazzo ha un suo modo di uscire di casa

che, chi resta, s’accorge di non farsi piú nulla

Cesare Pavese

La soledad lo hizo recurrir a frenar y acabar con la edificación de su universo narrativo. Después de contemplar la placa a la entrada de hotel Roma, caminado rumbo a la Universidad, a un lado de la torre Antoneliana, detrás de las ruinas arqueológicas de unos edificios romanos, visité el centro de estudios, en donde cursaban los hermanos Alberto, Ricardo y Alfredo Guaraldo. En sus aulas estuvieron Umberto Eco, Claudio Magris y también impartió conferencias Nicola Abbagnano, y pude asistir a un espectáculo del teatro Bufo de Darío Fo, y luego de escuchar una conversación magistral de Pier Paolo Pasolini.

La semana siguiente, recorrí los negocios de los libros viejos a buscar obras de Cesare Pavese. Encontré algunas traducciones de Melville, Lewis, Anderson, Joyce, Faulkner, Steinbeck, Dickens, Dos Passos, Gertrude Stein, Defoe, entre otras versiones al italiano. Las primeras ediciones de: Lavorare stanca, Paesi tuoi La spiaggia, Dialoghi con Leucò, Il compagno, La casa in collina, Il mestiere de vivire; algunas de sus obras más importantes, en cuyas páginas descubrí su entrega total por su lugar de origen.

Al día siguiente, Alberto Guaraldo, me llevó fuera de Turín, a conocer la casa en donde nació Cesare Pavese, una vivienda de tipo campesino. En dicha excursión en las Langhes del Barolo. Visitamos una bodega en la zona, degustamos con los mejores vinos. Sosta en el pintoresco pueblo de la Morra y paseamos hasta “belvedere langhe”, excepcional punto de vista escénico, desde aquí pudimos contemplar las inmensas extensiones de viñedos, los horizontes verdes del sur de las Langhe y las hermosas estribaciones de los Alpes.

Logré conservar algunas fotografías de esta visita; entre ellas las imágenes del busto de Cesare Pavese, que antecede el jardín a la entrada de las habitaciones donde pasó sus días infantiles. Me llamó la atención una mesa de cedro que mostraba en su superficie algunos libros viejos y cuadernos empleados por la letra pequeña y casi indescifrable que mis manos lograron acariciar. Ubiqué una libreta de pastas duras en que Cesare Pavese escribió su propio y original diccionario. Todos los días anotaba los diversos y ricos significados de las nuevas palabras, interpretaba a su manera sinónimos que trasladaba del piamontés al italiano.

Per tutti la morte ha uno sguardo

Verrà la morte e avrà i tuoi occhi.

Cesare Pavese

Las colinas verdes que nos rodearon, permitieron a nuestros ojos el descubrimiento de un paisaje inolvidable. Antes de las primeras horas del atardecer, una neblina ligera envolvió las paredes y techos de las casas, borró los rostros de las personas, y cubrió de nostalgia a cada uno de nuestros pensamientos. Los lugares permanecieron en la memoria. En una fonda nos detuvimos a saborear algunos platillos regionales, acompañados de lascas de trufa, y el placer del caldo de una botella de Barolo, que descorchamos en honor de la visita memorable al lugar de nacimiento de Cesare Pavese.

Más tarde, en Turín, volví a recordar que en un rincón de su casa natal sobresalían las obras completas de Thomas Mann, a quien Cesare Pavese consideraba el mejor escritor de sus contemporáneos, a un lado vi los tomos de cientos de páginas de William Shakespeare. Antes de despedirme de la familia Guaraldo, en la estación Puerta Nueva, sentí que era ilusorio resolver el enigma de la muerte de Cesare Pavese, porque cuando uno no es capaz de compartir la soledad, brota el instante de aceptar que no somos nada en la vida.

Sarà come smettere un vizio,

come vedere nello speccio

riemergere un viso morto,

come ascoltare un labbro chiuso.

Cesare Pavese

Igual que años más tarde, en Varsovia, Polonia, mi amigo Edward Stachura, tampoco logró aceptarse a sí mismo, y la búsqueda de la claridad acabó con la oscuridad y el silencio de la muerte. Cuando Cesare Pavese se suicidó, apenas iba yo a cumplir seis años, y el día del sacrificio de Edward Stachura, celebré el cumpleaños de mis primeros cuarenta años de vivir, y de todas maneras me sentí demasiado agobiado por la desaparición física del poeta polaco, y hasta la fecha continuó inmerso y sumergido en un mar de añoranza. Todavía conservo el libro Cesare Pavese, de Lorenzo Mondo, y al mismo tiempo me atrevo a escuchar algunos poemas escritos y cantados por Edward Stachura, a pesar del paso irrevocable y puntual del espacio silencioso.

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